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Categoría: Frase del día
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En lo que a mí persona respecta, viví ese homenaje con lágrimas incontenibles de mis sentimientos, recordando circunstancias dolorosas de mi corazón. Memorias de momentos difíciles, cuando la lucha por la subsistencia estaba sustanciada en la heroicidad, ¡¡sí, en la heroicidad!!.

Florencito, uno de los pocos hombres en Tamaraceite dotado de una inteligencia natural con contados parangones, no se achicó nunca ante cualquier duro trabajo a pesar de una grave dolencia en su columna vertebral. Hasta el punto de que los hombres más bregados y bragados, tenían que atarse bien los machos para resistirle y seguirle en aquellas largas e inhumanas jornadas de trabajo de la posguerra. Florencito no dejó de trabajar ni un solo día de su vida, excepción hecha del viernes santo; estoy seguro, por no ganarse la antipatía y los acechos de los beneficiados del “régimen“.

Conocí a florencito, desde años ya lejanos trabajando en la panificadora, pastelería, fábrica de embutidos, y elaboración de chocolates embasados, de doña María Villegas, una de las más grandes industrias de G.C. por aquellos ya distantes tiempos. ¡Y amigo!, como se desprende: ¡Se batía el cobre!.
Este conocimiento mío, de Florencito comenzó a raíz de llegar mi padre a Tamaraceite desde San Isidro de Teror, obligado por destroce de su corazón, al desahuciar los médicos a mi madre: “Si quiere que su mujer viva algo más, tiene que ponerla en el clima más cálido de la costa”, sentenciaron.

Mi padre, busca que te busca, encontró un taller de barbería -”porque así lo quiso Dios”-, frente a esa industria, del cual también eran dueños los Villegas. Nació entre nuestro padre -Maestro Pedro- y Florencito una amistad tremenda basada en la más grande y mutua consideración, respeto y común conmiseración por tragedias compartidas en aquellos malditos momentos. Los problemas de mi padre quizá eran mayores porque se obligó con un préstamo de 25000 Ptas. pedidas al “premio” para pagar el traspaso.

Luego pagar dos alquileres: el de la barbería y el de la vivienda en una casa de maestro Isidro; impuestos, con el plus de una prole de cuatro hijos pequeñitos -nacidos los cuatro en el plazo de cinco años- que cabían bajo una cesta. Pero después la “ramera” vida, ha castigado al entrañable y muy querido Florencito con la pérdida de seres queridos que le han sido arrancados de sus entrañas por la ramera, inmisericorde, existencia.

Recuerdo a Florencito a pelo completo y la “patilla” (como se conocía antes a la barba) cerrada al máximo y negra como la noche. Florencito es un hombre con un par de mameyes y lo que haga falta para el esfuerzo, el sacrificio y la bondad. Es de los pocos tenderos que vive de su pensión sin opulencia. Mucho me temo, de los ahorros de Florencito. Sin embargo hay otros del gremio millonarios, con su docena de apartamentos, media docena de pisos, acciones en pozos y en todo lo que se pueda tener acciones, además de extraordinarias “pellas” de liquidez en los bancos.

Por todo lo dicho y por su desprendido proceder económico, dio “vidilla” a cuantos se la solicitaban, por su caballerosidad, por su buen y bien acreditado semblante, tiene en el frontis de su casa ya hoy una placa conmemorativa de su extraordinario proceder y comportamiento.

No es nada baladí que a un hombre que no ha inventado nada ni ha creado una teoría filosófica, tenga detrás a un pueblo homenajeándole. ¿Qué tiene Florencito, un tendero para ser homenajeado?. Usted amigo que lee esto no lo podrá comprender por mucho que se lo expliquen si no le ha conocido. Florencito ha inventado una forma de ser única, y ha creado una filosofía pura personal exigente, para si mismo y lasa, comprensible y de humana conmiseración para cuantos han vivido a su alrededor. Participo que en mi, tiene Florencito a alguien que le considera un padre.

Felicito con la máxima efusividad a Don Juan Calderín Liria por la inconmensurable idea de homenajear a este ejemplar conciudadano.

Exactamente lo mismo al ilustrado profesor, antropólogo, licenciado en historia, doctor en historia, Don Juan Francisco Santana Domínguez el cual hizo una elocución bellísima; repasando la historia de las tiendas de aceite y vinagre, deteniéndose en la de florencito y su figura que tanto una como la otra practicó desde niño; en sus palabras demostró que su corazón había sido cogido por la sin par humanidad de Florencito. Yo se que para todos fue emocionante, pero, para mi fue altamente emotiva esa concisa y concreta disertación metida en la pura verdad y realidad, en su totalidad. Se leyeron en el acto del homenaje dos comunicados, -en esta oportunidad por Don Juan Calderín- uno del alcalde de Las Palmas de G.C. y otro de un tal Suso, antiguo párroco de Tamaraceite. El del alcalde, escueto, que sin consternación decía poco más o menos: “No puedo ir porque estoy en Madrid”. Yo me alegré porque en San Lorenzo no reconocemos alcaldes de otros ayuntamientos. No tenemos que rendir pleitesía a extraños. Acataremos cuando nuestro futuro alcalde diga el día que sea elegido, ¡¡que llegará ese día!!… a no ser que lo de la ley de la memoria histórica sea un cuento chino.

El del cura era encendido, volcado con Florencito que ni comento; los curas rotan en una orbita “celestial” que yo nunca he comprendido.

Felicidades especialmente para usted, mi muy querido Florencito, y también para mis amigos Juan Calderin Liria y Juan Francisco Santana Domínguez. Por extensión, a todo el pueblo de Tamaraceite.

Antonio Domínguez Herrera