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Categoría: La voz silenciada
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Era el año 1851 cuando aparecía en la isla de Gran Canaria una epidemia de cólera morbo, que ha pasado por ser la más espantosa de todas las epidemias que la isla ha sufrido a lo largo de su historia.

Ya desde el año 1834 se advertía a los curas, en un comunicado del Cabildo Catedralicio, que proclamaran el peligro del contagio de tan fatídica enfermedad, por lo que debían advertir a los ciudadanos el peligro que suponía el mantener relaciones comerciales con buques contrabandistas[1]. Y tres años antes de 1851, y como consecuencia de la búsqueda de datos bibliográficos relacionados con los años anteriores a la epidemia, nos encontramos con la visita que inició el Padre Claret, a la isla de Gran Canaria en el año 1848, y en su estancia y misión en el pueblo de San Lorenzo, que duró desde el 13 de noviembre al 3 de diciembre del citado año, predijo la aparición de inmediatas desgracias, que curiosamente, según testigos presenciales, estaban relacionadas con la enfermedad y plaga del cólera morbo[2].

El horror comenzó en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, concretamente en San José, el día 3 de Junio de 1851, en donde una mujer enfermó de forma repentina y murió al día siguiente, habiendo sido asistida por el doctor D. Antonio Roig.

Es en la noche del día 5 cuando el miedo se apodera de la población de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, que huye despavorida en todas direcciones, pero por el momento el mal no había salido del barrio de San José, dándose sólo entre aquellos que se movían entre la miseria y la falta de aseo, con ello se pensó que el terrible mal sólo atacaría a aquella descuidada parcela de la sociedad insular, pero se equivocaron rotundamente los que así pensaron.

Desde aquel día 5, la Junta de Sanidad de Las Palmas de Gran Canaria, había acordado dar cuenta de lo que estaba sucediendo al organismo superior, que se encontraba en Tenerífe, para ello se fletó un buque, pero no se recibió respuesta, sólo se prohibió la salida de buques de la isla, con lo que se consiguió que el mal no se extendiera al resto del Archipiélago.

Este hecho se tomó, en la ciudad de Las Palmas, como un abandono por parte de las autoridades competentes de Tenerife, que en el suplemento del Boletín Oficial Nº69, del viernes 6 de Junio, en la circular nº l64 decía: ” En el barrio de San José, de Las Palmas, se han presentado algunos casos de cólera morbo y advierte que se impida todo roce con buques de aquella procedencia. Firmado en Tenerife, a 7 de Junio de 1851.”

En Las Palmas de Gran Canaria se reunió el Ayuntamiento el día 6, y por lo apurado de la situación se crearon las Juntas Parroquiales, con la finalidad de poder socorrer a los posibles enfermos, pero fueron tan sólo unos pocos los que se atrevieron a luchar directamente contra la enfermedad, muriendo algunos médicos y voluntarios que se dedicaron a ayudar a la población afectada, cuando el mal comenzaba a extenderse.

El mal pasó al vecino barrio de Triana el día 7, extendiéndose a todos los puntos de la población el día 9, siendo entonces cuando la ciudad se convirtió en un auténtico desierto cubierto de cadáveres, en sus calles se escuchaban los lamentos de la población atacada por la epidemia, pues no tenían prácticamente a nadie que les ayudase a mitigar la sed característica de la enfermedad[3].

En los cementerios se apilaban los cadáveres, pues nadie, a pesar de los buenos sueldos que se ofrecían, se atrevía a enterrarlos, por el lógico miedo de contraer la enfermedad.

Por todos los caminos que salían de la ciudad se encontraban cadáveres y gentes que huían despavoridas, sin tener claro a donde dirigirse, pues el mal se estaba extendiendo por todos los puntos de la Isla[4]. Es en aquel desolador marco cuando el cólera morbo llega al municipio de San Lorenzo, el día 10 de Junio.

Si analizamos el Libro Nº 3 de mortalidad del Archivo Parroquial de la Iglesia de San Lorenzo, vemos como la primera víctima del mal es una mujer que en su huida de la Ciudad encuentra la muerte en el pago de Tamaraceite. En el acta de defunción dice textualmente "En el día 10 de Junio de 1851, fue sepultado el cadáver de una mujer, ignorándose su nombre, vecina de la Ciudad de Las Palmas, que falleció en este día al parecer del contagio “cólera morbus", muerta de repente; y teniendo dispuesto el Ilustre Ayuntamiento de San Lorenzo se diese sepultura en el campo, por exigirlo así el mejor servicio público para evitar que por la dilación lleguen los cuerpos a un estado adelantado de putrefacción, en su consecuencia se verificó su enterramiento en el pago de Tamaraseite, en el punto que denominan la Cuesta Chica". El Alcalde del Municipio de San Lorenzo era en aquel año el apreciado D. Francisco Guerra Travieso, que organizó todo lo humanamente posible en relación a hacer frente al mal que se avecinaba.

A partir de este primer suceso, el mal se extiende como un reguero de pólvora por todo el Municipio. Posiblemente, esta infortunada mujer vino en compañía de otra, que muere el mismo día en las mismas circunstancias y en el mismo lugar de Tamaraceite, posiblemente los vecinos que las auxiliaron transmitieron el mal por todo el municipio. Pero en cuanto a la llegada del cólera a este Lugar existe otro documento, que recogió en 1934 el presbítero y cura de San Lorenzo, que por aquel entonces era D .Pedro Hernández.

Nos dice el citado cura que encontró un documento anónimo, en el Ayuntamiento del Lugar, que decía lo siguiente: "El mal fue importado a Tamaraceite, pago o cantón del expresado Pueblo, por un vecino bracero en la obra del muelle de Las Palmas, que regresó a su casa el 4 de Junio. Se extendió la enfermedad en el dicho pago y en los demás de la jurisdicción sin haber podido descubrir, si fue comunicado a los demás por alguna otra persona de las que tenían roce con dicha ciudad o de esta con el mencionado pago.

Los medicamentos utilizados fueron muy distintos y los remedios y actuaciones sanitarias no fueron dirigidas por profesionales de la medicina, por no haberlos en el mencionado pueblo; en general, y a pesar de varias circulares dirigidas a la población para evitar la propagación del contagio, en el pago de Tamaraceite, que en aquel momento estaba compuesto por 629 habitantes, fueron atacados por la enfermedad 411 de ellos, de los cuales fallecieron 44. A este mismo lugar de Tamaraceite llegaron 359 vecinos de la ciudad de Las Palmas, que huían despavoridos por el miedo, siendo atacadas 197 personas de los recién llegados y fallecidas 15.

Se usó, como precaución, por la mañana y por la noche de forma simultánea una copa de aguardiente anisado con agua, también se usó, y con buen éxito, el agua de malvas caliente en tomas de mañana y tarde. Del propio modo y por decirse que un médico árabe lo aconsejó, se usó el cocimiento de la hierba pasote, romero y flor de azufre "tomado en cantidad de media jícara, y se observó feliz resultado".

Igualmente se usó y se obtuvo singular éxito en todos los rincones de la Jurisdicción, y generalmente para toda clase de personas, especialmente para las embarazadas, el cocimiento de la flor de saúco y manzanilla bien caliente, en número de 5 a 6 tazas, hasta romper el sudor, suministrándose baños de aguardiente de caña tibio, frotándose al paciente con tela de lana también caliente, botellas de agua a los pies y en las demás extremidades del cuerpo, piezas de hierro bien calientes. Se observó generalmente que el que transpiraba y no se "amilanaba", conseguía superar el ataque.

El aire tan puro que circunvala al pueblo de San Lorenzo hizo que el cólera morbo no produjera los estragos que debían esperarse por ser punto limítrofe a Las Palmas, donde el mal manifestó su saña y causó los estragos que perpetuarán su memoria.

Las medidas higiénicas tomadas por el Ayuntamiento de San Lorenzo fueron muy acertadas, haciendo alusión a las recomendaciones que debían llevarse a cabo. Las más cumplidas fueron principalmente la ventilación de las piezas y ropas que usaban los enfermos y auxiliares, quemándose los lechos infectados y haciendo arder hierbas aromáticas, derramando vinagre, cloruro y espíritu de caña, practicándose albeos, encalados y últimamente a más de las medidas expresadas, para evitar la reproducción del mal, fumigaciones que el proto-medicato y el Sr. Gobernador de esta provincia determinó se hiciesen.”

Según este documento, el mal entró en Tamaraceite el día cuatro, pero leyendo el libro de mortalidad, nos damos cuenta que hasta el día 10 no hay ninguna víctima en el municipio de San Lorenzo, pues la última persona fallecida antes de estos días data del 26 de mayo, pero lo que dice el documento es sumamente interesante, pues nos habla de un trabajador portuario, gente que está en contacto con barcos y personas que pudieron traer la enfermedad a la isla.

Si contrastamos el dato anterior con el primer caso de cólera del barrio capitalino de San José, coinciden plenamente en el tiempo, la duda aparece cuando vemos que el sujeto de Tamaraceite, ni ninguna otra persona de los alrededores muere hasta el día diez, y además los cuatro primeros casos de muerte en el municipio son dos mujeres de la Ciudad que mueren los días 10 y 11 en Tamaraceite, de las que no se conocía ningún tipo de dato, y el de un hombre en San Lorenzo, del que tampoco se conocía ningún tipo de referencia, que muere el día l2.

Si analizamos estos datos, el cólera llega con la huida de gente de la Ciudad, pero no debemos descartar que la enfermedad llegara a nuestra isla a través de algún buque que tocó puerto en los primeros días de Junio.

Del texto que nos ha llegado, gracias al Párroco D. Pedro Hernández, podemos afirmar que el Ayuntamiento de San Lorenzo afrontó el mal con una buena organización, también lo podemos apreciar en las actas de defunción, pues nos dicen que habilitaron lugares de enterramiento en Tamaraceite, Tenoya, Los Altos, Siete Puertas y en Los Silos, lugar que se encuentra en las afueras del propio pueblo de San Lorenzo, cuando en el cementerio del pueblo, que es en el que se enterraban todos los vecinos del municipio hasta entonces, no pudieron enterrar a más personas por estar al completo, lo que ocurrió el 25 de junio, según el libro de defunciones correspondiente, siendo a partir de esta última fecha cuando se enterraron en los lugares señalados.

Ello demuestra que el Ayuntamiento dirigido por D. Francisco Guerra Travieso tomó las riendas para afrontar el asunto, ordenando enterrar a los finados en el lugar más cercano posible a su domicilio, para poner el máximo de trabas a la extensión del contagio. También es de resaltar, en la parte sanitaria, el hecho de que no habían médicos en el municipio, pero se emitieron bandos, comunicando al pueblo las formas de atajar el mal, a base de remedios caseros que hacían sudar al enfermo para vencer a las fiebres, también se ordenó la ventilación de las ropas de los enfermos, y de todas aquellas personas que les cuidaban, como una de las medidas para evitar el contagio, y otras soluciones como la quema de los lechos o la limpieza a fondo de los lugares donde la enfermedad entrara, con todas estas medidas se consiguió que en el pueblo de San Lorenzo el mal no causara graves estragos, aunque en los pagos de Tamaraceite y Tenoya causara bastantes más bajas, pero esto es lógico, pues eran los pagos más habitados, además de ser lugares en que la población vivía alineada en torno al paso hacia el norte y oeste de la Isla.

De una población de 1.819 habitantes para el municipio de San Lorenzo, murieron 127 personas, lo que equivale a un 6´9 %, sin contar los 38 foráneos que también perdieron la vida debido a la terrible epidemia.

En general, se puede decir que en el municipio de San Lorenzo los estragos no fueron tan terribles como en el vecino de Las Palmas, pero hubo días en que el número de muertos fue impresionante para una población tan reducida.

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En el gráfico anterior se puede observar el número de defunciones que tuvieron lugar en San Lorenzo a lo largo de los meses del año 1851, sorprendiendo la mortalidad del mes de junio, en el que se registraron 103 defunciones, frente a meses como agosto, septiembre o noviembre que presentaron sólo una defunción, o el mes de diciembre en el que no hubo que lamentar ninguna muerte. En cuanto a las muertes de forasteros, hay que tener en cuenta que de los 38 casos presentados, será el día 24 de junio cuando mueren cinco de ellos, siendo la fecha en que se registró un mayor número de aquellos.

Las defunciones por sexo se repartieron de la siguiente forma: 71 del sexo femenino, de las cuales 20 eran menores de edad, y 56 varones de los que 26 eran niños.

De las cifras anteriores se deduce que frente a la muerte de 81 adultos, hay 46 defunciones infantiles, contando entre éstos, dos casos de jóvenes de 15 años y 3 de 14 años, lo que suponía más del 50% de las muertes entre la población más joven.

Hay ocasiones en que el mal incide de forma especial en determinadas familias, como es el caso del matrimonio compuesto por Luisa Herrera, fallecida el día 24 de junio, y Vicente Herrera que murió un día después, además de haber sufrido la pérdida de su hija Matilde el día 21 del mencionado fatídico mes.

El caso anterior no fue un hecho inusual, pues como él se dieron, con relativa frecuencia, otros casos similares, como el del matrimonio compuesto por Manuela Batista y por Francisco Afonso, muertos respectivamente el 23 y 24 de Junio, y de su hija Manuela que falleció el día 26 del mismo mes; también aparecen muchos casos de hermanos, muriendo uno un día y otro el día siguiente, como por ejemplo María y Catalina de Armas Guerra que mueren el 23 y el 24 del mes citado, o el caso de Juan y Manuel Ponce Mamposo, de 2 y 7 años de edad, que mueren el 24 y el 25.

Como nota ilustrativa de lo inusual de tan alto número de defunciones diarias, podemos citar como curiosidad que el cura de San Lorenzo, cargo que desempeñaba por aquel entonces D. Pedro Manuel Suárez, diera asiento en el Libro de Defunciones por dos veces a la misma persona, ello ocurrió el día 18, que fue el primer día en que murieron un número considerable de personas, en concreto hubieron 9 muertes, siendo la primera víctima María Moreno, vecina de El Dragonal.

En el tiempo en que el cólera morbo asoló a este Municipio, el cura siempre especificó los que morían de cólera, y en sólo nueve ocasiones, no especifica la causa, de los cuales, siete de ellos, lo más probable es que fallecieran de cólera, lo que se deduce por los días en que sucedió el óbito, y en otros casos por la relación familiar con otras víctimas.

En resumen, se podría decir que en el Municipio de San Lorenzo hubo un total de 165 defunciones debidas al cólera morbo, aunque el cura, en la relación que se le pidió en un primer momento se equivocara en el número de muertes, aumentando en un caso el número real de víctimas.

En el gráfico se puede apreciar la diferencia notoria de mortalidad en el período de tiempo que va desde 1849 a 1853.

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Para enterrar a este número importante de muertos debidos a la epidemia, como ya vimos se acondicionaron diferentes lugares, y en cifras se podría desglosar así:

En Tamaraceite, en el lugar denominado la Cuesta Chica, fueron enterradas 28 personas.

En Tenoya, en lo que se denominó Casilla de los Acostas, se enterraron 56 personas.

En el cementerio de San Lorenzo se enterraron 54, hasta que no se pudieron enterrar más por falta de espacio, por ello se tuvo que acondicionar el Lomo de los Silos, en el mismo pueblo de San Lorenzo, en el que se enterraron 25 de los fallecidos.

En Siete Puertas se enterró una persona, y en el pago de Los Altos, en el que no falleció ningún vecino debido al cólera, se enterró un transeúnte, vecino del municipio de Artenara, que seguramente huyendo del mal llegó a este pago el día 28 de junio, muriendo el día 6 de julio.

Es interesante analizar el municipio, haciendo un estudio de la población de San Lorenzo en el año 1851, según los diferentes pagos que tenía. Veremos el número de habitantes, los atacados por el cólera y los fallecidos en cada pago, tanto los datos referentes a los vecinos del municipio como a los transeúntes que se encontraban en el mismo.

Estudiando la tabla que veremos a continuación, sorprende el número de personas que contraen la enfermedad, pues entre los vecinos de San Lorenzo, de una población total de 1.817 habitantes, enferman 1.026 personas, lo que supone un 56´4 % de la población, muriendo un 6'9 % del total. En el municipio de Telde de un total de unos 7115 habitantes, según el Nomenclator de Canarias del año 1850, murieron en el fatídico mes de junio un total de 470 personas, lo que suponía un 6´6% de su población[5], cifra muy similar al porcentaje de San Lorenzo.

Lo mismo ocurre con los forasteros, que de 951 que vienen al municipio, contraen o ya llegaron con la enfermedad 567, falleciendo 38 de ellos, lo que supone que un 59'6% enferman, pero solamente mueren un 3'9 % del total de los acogidos.

Estos datos demuestran que las medidas tomadas por la Corporación Municipal de San Lorenzo fueron bastante aceptables, independientemente de la buena circulación de aires y en general el buen clima de toda esta zona.

Otro de los datos del cuadro que veremos a continuación, y que me parece sorprendente, es que de una población de 128 habitantes, más los 26 forasteros que llegan al pago de Los Altos, solamente fallece un hombre que llegaba el día 6 de Julio desde Artenara, cuando el cólera ya casi había desaparecido del municipio, pues después de este último caso, sólo se dieron 10 casos más hasta el día 25, fecha en que termina el terrible azote.

De todos los municipios de la isla de Gran Canaria, es en la Aldea de San Nicolás, posiblemente por su gran lejanía respecto a los otros núcleos de población, y en el municipio de San Lorenzo, en donde el cólera desaparece más tempranamente, en la primera desaparece el día 18 y en el segundo el 25, como ya hemos visto. En el municipio de Las Palmas de Gran Canaria el último caso se da el día 6 de Agosto; en Telde el 9 de Septiembre y en Valsequillo el 18 del mismo mes, siendo éste el último municipio desolado por el mal.

Vecinos de la jurisdicción
Transeúntes y acogidos al pueblo
Número de Personas Atacados por el mal Fallecidos Número de personas Atacados por el mal Fallecidos
Pueblo 228 59 11 159 45 7
Dragonal 168 112 13 25 13 2
Siete Puertas 118 66 11 27 17 0
Tamaraceite 629 411 44 359 197 15
Tenoya 423 297 45 310 256 12
Toscón 123 56 3 45 29 1
Altos 128 25 0 26 10 1
TOTAL 1.817 1.026 127 951 567 38

TABLA EN DONDE SE PUEDEN APRECIAR LOS DATOS DEL CÓLERA MORBO DEL AÑO 1851: Se puede ver el número de habitantes, según los diferentes pagos, y de ellos los que fueron atacados por la enfermedad, así como el número de víctimas mortales, tanto entre los vecinos como entre los transeúntes.

En el año 1851 la escasez de alimentos fue tremenda, en la Capital y en todos los otros pueblos era patente la escasez de: garbanzos, arroz, aguardiente, aceite y jabón. También los comercios permanecían cerrados, y el conseguir los alimentos necesarios era toda una aventura.

Según el Boletín Oficial de la Provincia Nº 105, del Viernes 29 de Agosto de 1851, se puede leer que en aquel día se regularizaba la comunicación con la isla de Gran Canaria, pues hasta ese entonces, como ya se ha dicho, los puertos de la isla quedaron cerrados, con esta medida de apertura se fueron regularizando las necesidades alimentarias de la sufrida población, y los precios fueron bajando, siendo este problema de las alzas de los precios algo que preocupó a todos los Ayuntamientos, a lo largo de todo este tiempo.

Si antes decíamos que la población y todos los altos mandos de la isla de Gran Canaria quedaron defraudados por la reacción de las autoridades de Tenerife, no se puede decir lo mismo en referencia al pueblo tinerfeño. La población de Tenerife reaccionó de forma muy solidaria, enviando unos ocho mil reales de vellón.

Después de todos aquellos días de pesadilla, en que los muertos y los enfermos se podían encontrar en los caminos y en las calles, la población fue volviendo a la normalidad, y el 13 de Agosto, el cura de San Lorenzo recibe una circular, similar a la que se mandó a todos los municipios y parroquias, en la que el Obispo de Las Islas, el Señor D. Buenaventura Codina, le pedía que diera asiento a todos los fallecidos, tanto vecinos como foráneos, y que una vez hecho el laborioso trabajo, se enviara una relación a las parroquias a las que pertenecieran dichos forasteros. No cabe la menor duda, de que a nivel de Isla, aquellos meses del año 1851 han sido de lo más duro, en cuanto a pérdidas humanas se refiere, a lo largo de toda su historia*.

Juan Francisco Santana Domínguez
Doctor en Historia



* Este trabajo, con ligeras modificaciones, se puede encontrar en el libro “Historia del Municipio San Lorenzo de Tamaraceite: Recuperando la Memoria Histórica” del mismo autor.


[1] A.P.S.L. Mandatos, circulares… del siglo XVII al XIX. Documentos sueltos I.
[2] GUTIÉRREZ SERRANO, F. El Padrito. San Antonio María Claret en Canarias. Madrid 1972. p. 210.
[3] MILLARES TORRES, A. Historia General de las Islas Canarias. Santa Cruz de Tenerife 1977. T. V, pp. 22 - 26.
[4] Dossier “Memorias del Cólera de Las Palmas” . Biblioteca del Museo Canario. MILLARES TORRES, A.: Colección de documentos de D. Agustín Millares Torres T. IX, Manuscrito. Biblioteca Museo Canario.
[5] OJEDA RODRÍGUEZ, C.: El cólera morbo en Telde(1851). Las Palmas 1983, pp. 2, 25.