×

Advertencia

Uso de cookies - Unión Europea

En esta web usamos cookies propias y de terceros para mejorar la experiencia de navegación, y ofrecer contenidos y publicidad de interés.

Ver la Directiva sobre la privacidad y las comunicaciones electrónicas

El uso de cookies ha sido rechazado.
Imprimir
Categoría: La voz silenciada
Visto: 4436
En los periódicos de la Capital del año 1900 se podía leer, con mucha frecuencia, las noticias sobre las peleas de gallos, que en aquel entonces se solían denominar Riñas de gallos, creo que eso es cosa sabida, pero lo que no se conoce, a nivel general, es que en el municipio de San Lorenzo, en general, y en Tenoya, en particular, ocupaban un destacado lugar en las actividades lúdico deportivas. Las peleas de gallos eran una actividad muy importante y tenía un gran número de seguidores en este Pueblo.

Un ejemplo de ello lo podemos ver el día 13 de marzo de aquel primer año del siglo XX, en el que se llevaba a cabo una “Riña de gallos en el Circo Cuyás”. En la primera pelea se enfrentaban Colorado, que era un golilla blanco, del partido de Las Palmas, con un colorado retinto de Tenoya, ambos superiores, buena raza, mucha espuela y en condiciones de pelea, hicieron las delicias de los aficionados, ganó el de Tenoya matando.

En una segunda pelea, entre los mismos partidos, venció el de Las Palmas a un gallino negro de Tenoya, por muerte. En la tercera pelea ganó el colorado de Tenoya, matando, con valentía y raza. La cuarta fue ganada por el de Las Palmas, en una bonita pelea, que iba ganado el de Tenoya.

En la quinta se enfrentaron un giro caña del partido de Tenoya, de calidad ultra superior, con un gallino pinto de San José. En raras ocasiones este número de pelea suele ser de los mejores, pero fue la gran pelea de la tarde, en la que salió vencedor el representante de Tenoya, así relataba el cronista aquel enfrentamiento: “tiro a tiro y cortando más que un segador gallego, se hicieron pedazos, hasta que el gallo pinto recibió un terrible degüello, arrojando más sangre que toro con estocada de olla y quedó vencido, palmas merecidas y cambio de metales”.

En la sexta pelea el Gallino negro del partido de Las Palmas contra otro, de las mismas características, sucio de Tenoya, esta pelea está dicha con manifestar la vergüenza del sucio que se fue sin duda alguna a enjabonarse. En esta ocasión el gallo de Tenoya no quedó muy favorecido. En la que hacía el enfrentamiento número siete se enfrentaron un Giro pecho negro de Las Palmas con un giro caña de Tenoya, “de esta pelea nada se puede reseñar, mucho palo, poca espuela y mucho revolcón, ganó el de Las Palmas porque sí, y nada más”. Como resumen, escribía el cronista, “la entrada mayor fue la del último domingo, en la que los gallos de San José, bien en cuidado y condiciones, se enfrentaban a los de Tenoya, que han ganado un ciento por ciento; las peleas en general buenas, habiendo sacado San José tres de ventaja, del total hasta la fecha, en este último noveno partido”.

Estas peleas seguían siendo destacadas en la prensa y así unos años después, en concreto en 1907, se volvía a hablar de las peleas de gallos de Tenoya. El día 1 de febrero de ese año se escribía sobre el acontecimiento que el próximo domingo se iba a celebrar, con el que comenzaban las riñas de gallos entre los partidos de Las Palmas y Tenoya, en el Circo Cuyás. Se comentaba en la prensa que aquellas peleas despertaban un gran interés en el público, tanto de la Capital como de Tenoya.

El 4 de febrero se daba comienzo a un enfrentamiento en el que ambos bandos presentaron buenos gallos. Las peleas, en conjunto, agradaron al público asistente. El comentario más interesante fue el que hacía alusión al gallino Piletas que ganó al célebre Pata Rota. Fue una pelea que despertó gran interés. El Piletas, del partido de Tenoya, ganó por ser bueno y de raza. En aquel comienzo de temporada Tenoya obtenía una de ventaja.

Mi amigo Tino Torón me dice que algunos miembros de su familia fueron grandes aficionados a este tipo de eventos. También que participaron en esos acontecimientos, con gallos que se entrenaban, duramente, para tal menester. Por ello este sencillo trabajo sólo pretende despertar el interés, y animar a algunos o algunas de nuestras lectoras o lectores, para que en un futuro se aborde un proyecto más ambicioso de investigación sobre las “Riñas de Gallos”, aprovechando la gran cantidad de información que al respecto se dispone en la prensa de aquellos años.

Juan Francisco Santana Domínguez