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Categoría: Últimas Noticias
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En la noche de ayer, 29 de enero de 2009, tuve el honor de presentar el libro “El isleño Valencia. Memorias y Reflexiones” de Roberto Domínguez. Aprovecho desde aquí para dar las gracias a Roberto Domínguez y Domingo Valencia el permitirme participar en esta presentación. Dicho agradecimiento se deriva de la importancia que para mí, personalmente, tiene esta labor de dar a conocer parte de la historia contemporánea de Canarias.

Image Deseo comenzar reivindicando el trabajo, importante, consciente y callado, de las personas que trabajan por la recuperación de la Memoria Histórica. Creo, como miembro de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y del Municipio de San Lorenzo, que sin las asociaciones de memoria y sin el trabajo paralelo de historiadores, investigadores e interesados en general hoy desconoceríamos nuestro pasado más reciente. Historia y Memoria pueden y deben darse la mano.

Respecto a la memoria histórica, tal como señala el preámbulo de la ley, no puede ni debe haber una memoria del pasado impuesta institucionalmente, puesto que las miradas y las memorias del pasado son plurales. La Ley, como saben, ofrece un conjunto de medidas y acciones a favor de las víctimas y de las familias que favorece el reconocimiento de sus derechos. No obstante sigue sin ser suficiente.

Pongamos un ejemplo de lo que aquí decimos. Como licenciada en Historia, al asistir un día a mis habituales clases empezaron a hablarnos sobre el movimiento postmodernista, y me enteré, simplificándolo mucho, que uno de sus "postulados" por así decirlo, es que pensaban que la historia tenía el poder, era la llave, para demostrar la evidencia de una verdad creada por intereses determinados.

Esta idea pensé en aplicarla al municipio de San Lorenzo, que en 1939 fue anexionado de forma ilegal, a punta de pistola, al de Las Palmas. La población, bajo el terror de la represión, acató pertenecer municipio capitalino. Por tanto, y recuperando la idea de los postmodernistas, se creó una verdad conveniente. Pero no olvidaron.

El Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria nos otorgó el pasado año la medalla de oro dándonos así un reconocimiento histórico largamente esperado, debido al enorme poder de difusión que ha generado nuestra historia. Gesto que agradecemos. Pero para los que sienten y luchan por un municipio de San Lorenzo con una cultura, patrimonio, identidad e historia propia, un trozo de metal no es suficiente. Seguimos en la lucha de recuperar por completo nuestro municipio, el que nunca debió ser tomado aprovechando el golpe de estado y posterior guerra civil.

A pesar de la evidente justicia de las medidas que promueve la ley de la memoria histórica, hay quienes se oponen a ellas:

* Hay quienes interpretan la transición democrática como pacto de olvido. No es cierto. Lo que se pactó fue la amnistía, es decir la inexistencia de persecución por actuaciones anteriores. Se pretende confundir perdón con olvido.

* Otros señalan, al referirse a las víctimas que todavía se encuentran en paradero desconocido o en fosas comunes, que tales acciones producen enfrentamientos y dividen. Ante esto sólo cabe preguntarse: ¿como es posible que enterrar dignamente a los muertos pueda significar división y enfrentamientos?, Tales argumentos dejan en evidencia la profunda hipocresía de quienes se refugian en sus creencias religiosas, y están permanentemente instalados en conmemorar y reivindicar un pasado centrado en los grandes personajes de una época.

El libro que hoy Roberto Domínguez presenta aquí, “El isleño Valencia. Memorias y Reflexiones”, cuenta, simplemente, la historia de Domingo. No es un libro que busque venganzas ni ajustes de cuentas. Simplemente Roberto, al igual que ha dado a conocer en anteriores publicaciones la historia humana de tantos emigrantes, pone de manifiesto en sus páginas las vivencias de Valencia. La historia humana de todo un símbolo para el municipio de San Lorenzo y de la lucha contra la represión franquista. Esta publicación expone, finalmente, las luces y sombras que le tocó vivir, y que eligió vivir en consecuencia con sus ideales. Y cumple, con creces, con el necesario carácter público y social del conocimiento del pasado.

Finalmente, quiero expresar mi convicción sobre la necesidad de este tipo de actos. Como diría Mario Moreno Cantinflas: “los cuentos de los viejitos, son cuentos chiquitos” y las personas que desaparecen y no dejan testimonio de su historia, son libros que se cierran. Por tanto creo firmemente que estos actos dan la oportunidad, a cualquier sociedad democrática, a someterse a un constante análisis para no volver a cometer errores del pasado, poniendo sobre la mesa la pluralidad de miradas que, pueden y deben verterse, en la historia de nuestro archipiélago y por ende en la memoria histórica.

Jennifer Guerra Hernández
Licenciada en Historia, ULPGC
En un rincón de la memoria