Hijo del comerciante Manuel Hernández Toledo (nacido en 1859) y Francisca Toledo Santana, matrimonio que vivía en Las Rehoyas Nº 19, en donde tenían una tienda. Tuvieron como hijos, además de Manuel, a José (nacido en 1904) y Juan (nacido en 1912), según consta en el padrón de habitantes de 1930.
Manuel Hernández Toledo, hijo, era un buen hombre y fue otro de los injustamente fusilados en el año 1937. Había nacido el 20 de noviembre de 1899 y vivía en Cuevas del Monte Nº 13, junto a su esposa Matilde Rodríguez Ponce y sus hijos Francisca, nacida el 9 de febrero de 1925, y Manuel, nacido el 18 de abril de 1926.
Desempeñaba el oficio de oficial de albañil y sabía leer y escribir perfectamente, según se desprende del censo del año 1930. Siempre vivió en el Municipio. Perteneció al Partido Socialista. Estuvo escondido en un aljibe, a la entrada de su casa, encima de una mesa para evitar el agua. Salió cuando su esposa le dijo que ya tenían el perdón, pero se equivocó. Se le recuerda “alto y algo encorvado y acompañaba siempre a su mujer[1] cuando iba a misa”. De los informes del aparato franquista se puede entresacar “últimamente no trabajaba, hasta el día anterior al movimiento en que el Ayuntamiento Comunista le nombró Inspector de la Guardia Municipal. Condenado por rebelión y detenido cuando se descubrió su paradero. Mostraba respeto a la autoridad y agentes. Conducta social mala y privada buena”. A diferencia del resto de los fusilados los informes le son más favorables, haciéndonos ver el gran respeto que se le profesaba. Poseía varias casas.
Era un hombre hogareño y cariñoso, que siempre acompañaba a su esposa cuando ésta iba a misa a la Parroquia de San Lorenzo, a pesar de sus concepciones políticas e ideales. Años después D. Alfonso García le dijo si no tenía miedo ir sola por uno de los pasadizos de San Lorenzo y ella contestó: “Alfonsito, si supiera que iba a irme con mi niño, no me importaría morir”. Prueba del cariño y el amor que aquella mujer profesaba a su marido injustamente asesinado.
En el fatídico año 1936, casualmente un día antes del levantamiento militar, fue nombrado Inspector de la Guardia Municipal D. Manuel Hernández Toledo. Con respecto a este respetuoso y buen hombre hay que decir que es el único de los condenados del sumario llevado contra los que se enfrentaron a los que se levantaron contra el orden democráticamente establecido, del que se escribe, como ya hemos podido ver, con auténtico respeto y admiración, aún desde los que se atrevían a escribir mentiras y acusaciones falsas y degradatorias, lo que nos indica la gran valía y la honestidad de este hombre. Es por ello que el 30 de noviembre de 1937 su hermano José Hernández Toledo escribía al Ayuntamiento de San Lorenzo: “Con el fin de rehabilitar la memoria de mi malogrado hermano solicito al Ayuntamiento que me expida certificación literal del acta donde se acordó por la Corporación Municipal el nombramiento de Inspector de la Guardía Municipal, con el fin de poder demostrar que mi hermano no detentó el cargo sino que fue nombrado legalmente”. A pesar de las grandes y reconocidas virtudes de D. Manuel Hernández Toledo, a su hermano no se le contestó en su pedimento. Este hombre y todos aquellos que como él sufrieron el terror en sus propias carnes y las de sus familias, se les debe un reconocimiento público, y esa es una deuda que espero se subsane*.
* Este artículo, con algunas pequeñas aportaciones, lo podemos encontrar en el libro “Notas sobre el Municipio San Lorenzo de Tamaraceite: un ejemplo de injusticia histórica”, del mismo autor.
[1] Manifestación oral de D. Alfonso García Rodríguez.
Manuel Hernández Toledo, hijo, era un buen hombre y fue otro de los injustamente fusilados en el año 1937. Había nacido el 20 de noviembre de 1899 y vivía en Cuevas del Monte Nº 13, junto a su esposa Matilde Rodríguez Ponce y sus hijos Francisca, nacida el 9 de febrero de 1925, y Manuel, nacido el 18 de abril de 1926.
Desempeñaba el oficio de oficial de albañil y sabía leer y escribir perfectamente, según se desprende del censo del año 1930. Siempre vivió en el Municipio. Perteneció al Partido Socialista. Estuvo escondido en un aljibe, a la entrada de su casa, encima de una mesa para evitar el agua. Salió cuando su esposa le dijo que ya tenían el perdón, pero se equivocó. Se le recuerda “alto y algo encorvado y acompañaba siempre a su mujer[1] cuando iba a misa”. De los informes del aparato franquista se puede entresacar “últimamente no trabajaba, hasta el día anterior al movimiento en que el Ayuntamiento Comunista le nombró Inspector de la Guardia Municipal. Condenado por rebelión y detenido cuando se descubrió su paradero. Mostraba respeto a la autoridad y agentes. Conducta social mala y privada buena”. A diferencia del resto de los fusilados los informes le son más favorables, haciéndonos ver el gran respeto que se le profesaba. Poseía varias casas.
Era un hombre hogareño y cariñoso, que siempre acompañaba a su esposa cuando ésta iba a misa a la Parroquia de San Lorenzo, a pesar de sus concepciones políticas e ideales. Años después D. Alfonso García le dijo si no tenía miedo ir sola por uno de los pasadizos de San Lorenzo y ella contestó: “Alfonsito, si supiera que iba a irme con mi niño, no me importaría morir”. Prueba del cariño y el amor que aquella mujer profesaba a su marido injustamente asesinado.
En el fatídico año 1936, casualmente un día antes del levantamiento militar, fue nombrado Inspector de la Guardia Municipal D. Manuel Hernández Toledo. Con respecto a este respetuoso y buen hombre hay que decir que es el único de los condenados del sumario llevado contra los que se enfrentaron a los que se levantaron contra el orden democráticamente establecido, del que se escribe, como ya hemos podido ver, con auténtico respeto y admiración, aún desde los que se atrevían a escribir mentiras y acusaciones falsas y degradatorias, lo que nos indica la gran valía y la honestidad de este hombre. Es por ello que el 30 de noviembre de 1937 su hermano José Hernández Toledo escribía al Ayuntamiento de San Lorenzo: “Con el fin de rehabilitar la memoria de mi malogrado hermano solicito al Ayuntamiento que me expida certificación literal del acta donde se acordó por la Corporación Municipal el nombramiento de Inspector de la Guardía Municipal, con el fin de poder demostrar que mi hermano no detentó el cargo sino que fue nombrado legalmente”. A pesar de las grandes y reconocidas virtudes de D. Manuel Hernández Toledo, a su hermano no se le contestó en su pedimento. Este hombre y todos aquellos que como él sufrieron el terror en sus propias carnes y las de sus familias, se les debe un reconocimiento público, y esa es una deuda que espero se subsane*.
Juan Francisco Santana Domínguez
Doctor en Historia
Doctor en Historia
* Este artículo, con algunas pequeñas aportaciones, lo podemos encontrar en el libro “Notas sobre el Municipio San Lorenzo de Tamaraceite: un ejemplo de injusticia histórica”, del mismo autor.
[1] Manifestación oral de D. Alfonso García Rodríguez.