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Quien mire hoy en día un mapa de la isla de Gran Canaria no encontrará en el mismo ningún municipio que responda al nombre de San Lorenzo, habiendo quedado reducido en la actualidad a un pequeño barrio de la ciudad de Las Palmas, situado en las afueras de la misma y conservando muchas costumbres de su pasado eminentemente rural. A pesar de ello el sentimiento de Pueblo y de Municipio continúa vivo entre muchas de sus gentes, no en vano sólo han transcurrido 67 años desde que dejó de serlo, por satisfacer unos intereses creados que sólo conllevaban el deseo de crecer de un Municipio y también de una Capital de Provincia, sin importar lo que sentía la otra parte, la que durante muchos años padeció el miedo y el silencio que le fueron impuestos.

Lo verdaderamente cierto es que si se le pregunta a los habitantes de la Isla acerca del ex municipio de San Lorenzo, pocos de los encuestados sabrán decirnos algo al respecto y posiblemente se extrañen de que ese municipio realmente existió. Es tremendamente triste, que a pesar de no haber pasado un largo período de tiempo desde el momento en que desaparece como término municipal, la gente no conozca su pasada existencia y la importancia que tuvo en el contexto insular, siendo un municipio de los más extensos y estratégicamente de los mejor situados. No podemos olvidar que, entre otras zonas, abarcaba a Escaleritas, Schamann, Siete Palmas, Cruz de Piedra, Barranquillo de Don Zoilo, El Polvorín, Las Arenas, La Minilla, El Cardón, Las Torres, y una larga lista de topónimos, amen de los clásicos de Tenoya, Tamaraceite, San Lorenzo, Lomo de los Frailes, Chile, Guanarteme, Casa Ayala, Siete Puertas, La Milagrosa y El Toscón, entre otros muchos.

¿Por qué un municipio agrario iba a ser incorporado a Las Palmas de Gran Canaria? ¿Cuál fue su proceso? El municipio de San Lorenzo formó parte de la división administrativa de la isla de Gran Canaria hasta el año 1939 y desapareció como tal al ser anexionado al término capitalino. Con aquella ilegal, oscura e interesada incorporación el municipio de Las Palmas de Gran Canaria no sólo doblará su anterior extensión, sino que incrementará su población en unos 30.000 habitantes. Un deseo largamente deseado y que nunca antes había podido hacerse realidad, debido a que la normativa legal no se lo permitió en ningún momento. Tuvo que llegar el golpe militar y el deseo interesado, desde muchos frentes, de que la Capital aumentara, no teniendo en cuenta que tarde o temprano todas las artimañas de políticos y otras personas interesadas pudiera salir a la luz.
El territorio que ocupaba el Municipio de San Lorenzo no siempre fue conocido con el mismo nombre. Antes de la conquista de la Isla este espacio que ocupa actualmente el Municipio de Las Palmas de Gran Canaria, y hasta el año 1939 el territorio que ocupaban los municipios de la Capital y el de San Lorenzo, era conocido como el cantón de Atamarasaid y por ello veremos como lugares tan dispares como el Llano de Santa Catalina, Guanarteme, San Lorenzo, El Toscón tenían la coletilla de Tamaraceite y por eso, por ejemplo, será San Lorenzo de Tamaraceite, al estar todos ellos ubicados en el suelo del otrora cantón de Atamarazait (se puede ver escrito de diferentes maneras). Hoy en día, aunque cada vez menos, algunas personas muy mayores recuerdan el topónimo de Playa de Tamaraceite, en vez de la Playa de las Canteras. Lo cierto que fue un cantón muy extenso y de una gran importancia en el contexto insular.

El Lugarejo de Tamarasayte (como era conocido San Lorenzo hasta finales del siglo XVII) era ya conocido desde la llegada de los primeros conquistadores, allá por el siglo XV, pues Alonso Montaude, primer arquitecto de la Catedral de Las Palmas, contratado hacia el año 1500, eligió para su significativa construcción la llamada “cantería azul” del país, piedra de hermoso color gris azulado, que se prestaba admirablemente a la talla y al labrado. La mencionada piedra procedía de la Cantera del Lugarejo (más tarde conocida como la Cantera de San Lorenzo), propiedad del Cabildo Eclesiástico.

El Lugarejo de Tamaraceite, al igual que los demás pueblos de la Isla, pertenecieron a un mismo municipio hasta finales del Antiguo Régimen, al de Las Palmas de Gran Canaria, aunque algunos de aquellos territorios consiguieron cierta autonomía y el título de villa o Lugar desde muchísimo antes de la división municipal. En concreto, San Lorenzo, adquirió independencia eclesiástica, al ser separada del Curato de la Iglesia Catedral, ya desde el año 1681, y también fue una realidad paralela la jurisdicción civil, siendo nombrado en aquellos momentos su primer alcalde real, en la figura de Salvador Rodríguez.

Los límites del municipio de San Lorenzo, eran muy extensos y su jurisdicción estaba atravesada por varios barrancos, haciendo que las comunicaciones entre sus diferentes pagos fueran bastante difíciles, y como consecuencia de ello, vamos a encontrar, a lo largo de los siglos, reseñas de diferentes ermitas en toda esta zona de la Isla, tendentes a aliviar las necesidades espirituales de sus esparcidos moradores.

Lo que puede ser nimio en un estudio más general, en uno de microhistoria, como es el caso de San Lorenzo, cobra fundamental importancia, ya que posiblemente no haya que sacar a la luz significativos monumentos o hechos de una gran relevancia histórica, simplemente veremos desfilar a personajes de pueblo, sus problemas, sus hogares, sus paisajes.

La Tesis Doctoral sobre el Municipio de San Lorenzo se tituló en un principio “Estudio Microhistórico de San Lorenzo de Tamaraceite”, fue leída en Madrid, obteniendo la calificación de Sobresaliente Cum Laude, publicada por la Universidad Nacional de Educación a Distancia en el año 2001. ¿Por qué elegir este tema de microhistoria en una Tesis Doctoral? La respuesta es sencilla, ya que desde muy pequeño estuve oyendo hablar a mi familia que habían pertenecido al municipio de San Lorenzo, o porque cuando era niño me extrañaba de que no apareciera en los mapas y nunca se hablara de él. Parecía que todo lo relacionado con aquel municipio tenía que permanecer oculto y yo me preguntaba la razón.

Muchas de aquellas incógnitas tuvieron la suficiente fuerza para empujarme, con el tiempo, a emprender un exhaustivo trabajo de investigación e intensa búsqueda, dándome respuesta a muchas de las preguntas que aquel niño se hacía. Se tuvieron que pedir varias prórrogas para terminar aquel trabajo debido a que la documentación estaba dispersa o desaparecida, dedicándosele unos quince años de trabajo hasta el momento de ser leído en la Capital de España. Actualmente se continúa en la búsqueda de información, tanto impresa como en fuentes orales, siendo este trabajo de campo sumamente gratificante. Sobresale a este respecto el documento oral del último alcalde accidental de San Lorenzo, D. Juan Ramírez, que recordaba el momento en que fueron obligados a firmar el documento de entrega del Municipio, haciendo alusión a la violencia y a los intereses creados. Este interesante documento ya forma parte del legado colectivo pues el original fue donado al Archivo Histórico Provincial de Las Palmas de Gran Canaria.

En referencia a los aspectos económicos, además de la famosa cantera de piedra azul y la importancia de la piedra de cal, no podemos olvidar que la zona de San Lorenzo, al encontrarse entre barrancos que se caracterizaron por su gran riqueza de aguas, se van a dar en ellos las primeras reparticiones de tierras, una vez finalizada la conquista de la Isla, haciéndose fundamentalmente en las zonas cercanas a los barrancos de Tenoya y Guiniguada, límites naturales del municipio de San Lorenzo. Por todo lo expuesto los primeros asentamientos de población, una vez terminada la conquista de la Isla, en el cantón de Tamarasayte, se van a deber fundamentalmente a tres razones: la riqueza en agua, la famosa piedra de su cantera y la abundancia en su suelo de piedra de cal. Los tres elementos citados eran vitales para la sociedad de aquel entonces, el agua para sus cultivos y la piedra y la cal para la construcción de sus viviendas.

Numerosísimas construcciones de la ciudad de Las Palmas se van a realizar, a lo largo del siglo XVI, con la piedra azul de la cantera de San Lorenzo, pero también abundan los ejemplos en el siglo siguiente, aunque todavía en la primera mitad del presente siglo se continuaba con su extracción.

En los primeros momentos, la distancia a la Ciudad, que era de unos ocho kilómetros, y como el Lugarejo pertenecía en lo eclesiástico a la Iglesia del Sagrario Catedral, a sus vecinos les era muy difícil acudir a oír la misa, a bautizar o a enterrar a algún familiar, por los muchos gastos que les ocasionaba traerlos a la Ciudad, y así muchos morían sin el auxilio de los sacramentos. Aquella distancia y los malos caminos que tenían que atravesar, hicieron que muchas veces, según fuera el lugar de asentamiento de la población, cada familia acudiera a la Iglesia que le quedara más cercana a sus hogares, para poder satisfacer aquellas necesidades espirituales, es por ello que unos acudieran a la parroquia de Santa Brígida, en La Vega; a la de Teror, a la de San Juan de Arucas o a la del Sagrario Catedral, en Las Palmas, ello lo podemos apreciar si nos ponemos a trabajar sus Libros Parroquiales anteriores al año 1681, fecha en que la Parroquia de San Lorenzo, como ya vimos, se separa de la del Sagrario Catedral.

La explicación a la importancia de lugar de paso obligado que tuvo San Lorenzo, Tamaraceite o Tenoya es que tanto el Puerto de Las Isletas o de La Luz y el Puerto de Sardina de Gáldar, motivaran el trasiego continuado de personas y mercancías, que iban tanto de la Ciudad de Las Palmas y otros lugares hacia el citado Puerto de Sardina, en el noroeste de la Isla, como gente que venía en sentido contrario, para mantener no sólo relaciones comerciales sino que además buscaban los necesarios auxilios médicos, pues en los diferentes pueblos no se disponía de ellos hasta fechas muy recientes, e incluso para arreglar algún tipo de escritura también era frecuente este tipo de desplazamientos, haciendo de la zona estudiada el único camino que se podía utilizar hasta bien entrado el siglo XX, momento en que se construyeron las primeras carreteras cercanas a la zona de costa, en el municipio que vamos a estudiar, lo que suponía una nueva opción de comunicación con la citada zona del noroeste de Gran Canaria.

Debido a todo ello, cuando se trabaje los Libros Parroquiales de San Lorenzo será bastante frecuente el recoger defunciones, e incluso nacimientos que se daban entre los transeúntes que se desplazaban desde los diferentes pueblos de la Isla, siendo raro el año en que no aparecen en sus estadísticas el elemento reseñado.

En los comienzos del siglo XVII su población ya había aumentado notablemente con respecto al siglo anterior, debido fundamentalmente a los factores ya reseñados, surgiendo así la necesidad de edificar una pequeña ermita en la que se pudiera oír misa y administrar los sacramentos. Como en todos los lugares, encontraremos grandes y ricas familias que son los que acumulan la mayor parte de las tierras y riquezas, aunque serán las menos, ya que la población de San Lorenzo y sus alrededores siempre destacó por su humildad y pocos ingresos, prueba de ello es que pasaban muchísimos años sin confesar y sin oír la misa pues no tenían ni tan siquiera vestidos adecuados para acudir a Las Palmas, siendo el denominador común la extremada pobreza: “... imposibilitados la mayor parte de los dichos vecinos, para venir a oír misa a esta Ciudad, ya por falta de vestidos por su mucha pobreza, ya por estar distantes más de legua y media...”. Los vecinos del Lugarejo hacen un escrito, en el que piden que se les conceda el permiso para poder llevar a cabo la erección de una ermita en el año 1638. En aquellos momentos la población estaba compuesta por unos sesenta vecinos, de los cuales más de 200 personas recibían la comunión.

Las razones expuestas por aquel vecindario hicieron que el Obispo de las Islas, D. Francisco Sánchez de Villanueva y Vega, les concediera el permiso de erección el día 14 de marzo de 1638, con la condición de que los vecinos tenían que obligarse a costear toda la fábrica y dotación de la ermita. Se reunió el vecindario para elegir el nombre de su santo representativo, echándose a suerte la elección y saliendo por patrono el mártir San Lorenzo. La elección del Santo de la parrilla hará que con el paso del tiempo el antiguo nombre del Lugarejo se cambie por el Lugar del Señor San Lorenzo. Si nos atenemos a los documentos, este nombre aparece por primera vez hacia el año 1647, en donde se dice: “ Lugar de San Lorenzo de Tamarazeite”.

Es a partir del año 1663, según los protocolos y libros parroquiales, cuando ya no aparece el nombre del viejo Lugarejo en ningún documento, apareciendo el de Lugar de San Lorenzo, desapareciendo incluso la coletilla de Tamarazeite.

El municipio de San Lorenzo coincidió con la extensión de la parroquia hasta el año 1.937, momento en que surgen otras parroquias, como se verá en su momento. Este municipio apenas cambió con el paso de los años, siendo hoy en día cuando se están construyendo nuevas urbanizaciones, que hacen que los espacios verdes vayan sucumbiendo ante las moles del incontrolado cemento, fundamentalmente en el sector de Tamaraceite y alrededores del pueblo de San Lorenzo.

En referencia a las fuentes documentales, aunque ya se mencionó la dificultad y el tiempo empleado, no son homogéneas y la escasez de las mismas, relacionadas directamente con San Lorenzo, han sido el gran caballo de batalla y la explicación a todos los años que le he dedicado a este trabajo, a lo que también hay que sumar el no poder consultar la rica información del archivo de la Catedral de Las Palmas, ni otros archivos nacionales debido al carácter especifico de este tema de microhistoria. La casi totalidad de la documentación municipal de San Lorenzo se perdió en el momento de la anexión al municipio de Las Palmas de Gran Canaria, por lo que el estudio se hace todavía más difícil, sirva como ejemplo el que sólo para hacer una lista aproximada de los alcaldes que ha tenido el municipio de San Lorenzo, ha supuesto años de trabajo, ya que al no existir la documentación municipal, se han tenido que buscar los datos que se precisaban en las más diversas fuentes.

A todos los problemas de búsqueda de información hay que sumar los que tiene cualquier investigador que quiera trabajar algo relacionado con la historia de la isla de Gran Canaria, como es la pérdida del archivo del Cabildo de Gran Canaria en el expolio y destrucción que en el año 1599 llevaron a cabo los holandeses de Van der Does, o también el incendio que tuvo lugar en el Ayuntamiento de Las Palmas en el año 1842, en donde se perdió, entre otros documentos, el archivo de la Ciudad. En cuanto a la documentación de la Audiencia, los considerados asuntos menores, han sufrido tres limpias y sobre todo después de la Guerra Civil se han convertido en montañas de legajos sin ningún tipo de orden.

Debido a todo ello he tenido que ver los innumerables volúmenes de los protocolos notariales de casi todos los escribanos públicos que se conservan en el Archivo Histórico Provincial de Las Palmas, pasando muchísimos días sin encontrar ninguna referencia a San Lorenzo, siendo por ello tremendamente gratificante cuando llegaban los buenos momentos, aunque fuera casi insignificante el dato encontrado, porque podía ser un eslabón que me llevara a ampliar lo poco que había ido reuniendo.

Agradecer a todas las personas, que de una manera o de otra me han ayudado en el largo trabajo de investigación emprendido, ya que sin ellos no hubiera podido terminarlo. Especialmente a Olga por sus continuos ánimos, a mis padres y a mis tíos Francisco y Lola, que desgraciadamente no pudo ver concluido el fruto de toda su abnegación y lucha, porque sin su aportación y entusiasmo no habría podido realizar mis estudios básicos, y a mis amigos José Franco Benítez y Valentín Labrada Ruiz, compañeros de profesión, que con su ayuda y aportación de gran parte de sus conocimientos de informática, pude al final montar un trabajo que muchas veces dudé en terminar. Finalmente mis más sinceras gracias a D. Antonio de Béthencourt Massieu, Director de la presente tesis doctoral, por sus sabios consejos y por toda la ayuda y tiempo prestados. Sin ellos no hubiera sido posible.

Juan Francisco Santana Domínguez

Doctor en Historia

Nota: Este artículo tiene como referente la introducción de la Tesis Doctoral, ya mencionada, y ha sufrido algunas variaciones respecto a aquel primer trabajo. En algunos párrafos podremos darnos cuenta de que está escrito ya hace tiempo pero he querido que no cambiara de forma radical.

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