Lo que con este escrito quiero compartir fue escrito para mi blog de archipielagonoticias.com pero he pensado que también sería un artículo que pudiera servirnos para reflexionar y compartir con los lectores y lectoras de esta página web.
El paso del tiempo hace que, en un momento determinado del largo camino, caigamos en la cuenta, ya de forma definitiva, que cada uno tiene razones, suficientes o no, interesadas o no, justas o injustas, para defender sus posturas. Mejor se explica diciendo que te das cuenta que simplemente se trata de percepciones, puntos de vista, que hace que seas, al menos, comprensivo hasta con las incongruencias, las falsedades, el interés mezquino, el deseo incontrolado de crecer a costa de lo que sea, si hace falta pisoteando los ideales, aquello que dijiste y ahora no dijiste.
El paso del tiempo hace que, en un momento determinado del largo camino, caigamos en la cuenta, ya de forma definitiva, que cada uno tiene razones, suficientes o no, interesadas o no, justas o injustas, para defender sus posturas. Mejor se explica diciendo que te das cuenta que simplemente se trata de percepciones, puntos de vista, que hace que seas, al menos, comprensivo hasta con las incongruencias, las falsedades, el interés mezquino, el deseo incontrolado de crecer a costa de lo que sea, si hace falta pisoteando los ideales, aquello que dijiste y ahora no dijiste.
Lo que pretendo hoy es hacer ver lo difícil, a pesar de la madurez y desarrollada comprensión hacia el otro, que es escuchar incongruencias, discursos que van en contra de aquello que defendías y jurabas ibas a defender siempre. “A mí nadie ni nada me compra” era una frase que solías escuchar de determinadas bocas y ahora, al escucharles de nuevo, tienes que pensar que aquello, que otrora dijeran, fue una percepción que tuve que no se correspondía con la realidad, al menos para buscar una explicación a lo que es, en nuestro más hondo sentir, inexplicable.
Recordé una frase de César Cantú que decía: “Las riendas del gobierno político corresponde llevarlas a quien sea más capaz de hacer prevalecer el bien común de la sociedad; es a saber: la justicia, la razón y la verdad”. Llevar a cabo el justo ejercicio de llevar a la práctica esas tres premisas, es tremendamente complejo, pero debe ser, al menos, el ideal en el que podamos mirarnos y sentirnos, para siempre, orgullosos. Otros, en cambio, prefieren plegarse a los intereses personales, a mirarse su propia barriga, olvidándose de tantas otras, cercanas o no tan cercanas, que están sumamente vacías, teniendo sólo el cretino objetivo de participar en un interesado e insolidario festín. Se ponen como lema un día a día plagado de confort, interés, una postura, muy insolidaria, de mirar a otro lado, olvidándose de que, por ejemplo, hay que luchar por la verdad, la justicia, la coherencia y también por intentar que los otros encuentren un espacio más justo y solidario. Hay niños y jóvenes que se ven arrastrados, por la incompetencia de los responsables, a vivir en el desamparo, en la calle, expuestos a todos los peligros que conlleva y nada, o poco, se hace. Desempeñar un cargo o un trabajo, relacionado con el bien común, la atención a la sociedad o a parte de ella, es, ante todo, una responsabilidad moral y su pago es el ver que se hace, de forma eficaz, el cometido, siendo el cobro de tu trabajo, el necesario aspecto económico, sólo una parte, la que sólo se corresponde con lo material y con el bienestar particular y familiar, el resto es social y es a ello a lo que te debes dedicar con intensidad e ilusión, porque es lo que te va a dar el verdadero bienestar, entendido como la mejora de los demás.
También me ha venido a la mente otra frase del mismo autor, de Cantú, que decía: “Cuando una opinión falsa corre entre las gentes conviene combatirla, porque, de otro modo, se arroga el título del sentido común”. Al escuchar discursos vacíos e interesados, de aquellas personas que dijeron y después no lo dijeron, necesitas, al menos, decirte a ti mismo y a aquellas y aquellos que te pudieran leer que por mucho que tu madura, al menos por el tiempo transcurrido, comprensión alcance a aceptar que todo depende de percepciones, sientas, en lo más hondo de tu sensibilidad, una gran tristeza y abatimiento.
Recordé una frase de César Cantú que decía: “Las riendas del gobierno político corresponde llevarlas a quien sea más capaz de hacer prevalecer el bien común de la sociedad; es a saber: la justicia, la razón y la verdad”. Llevar a cabo el justo ejercicio de llevar a la práctica esas tres premisas, es tremendamente complejo, pero debe ser, al menos, el ideal en el que podamos mirarnos y sentirnos, para siempre, orgullosos. Otros, en cambio, prefieren plegarse a los intereses personales, a mirarse su propia barriga, olvidándose de tantas otras, cercanas o no tan cercanas, que están sumamente vacías, teniendo sólo el cretino objetivo de participar en un interesado e insolidario festín. Se ponen como lema un día a día plagado de confort, interés, una postura, muy insolidaria, de mirar a otro lado, olvidándose de que, por ejemplo, hay que luchar por la verdad, la justicia, la coherencia y también por intentar que los otros encuentren un espacio más justo y solidario. Hay niños y jóvenes que se ven arrastrados, por la incompetencia de los responsables, a vivir en el desamparo, en la calle, expuestos a todos los peligros que conlleva y nada, o poco, se hace. Desempeñar un cargo o un trabajo, relacionado con el bien común, la atención a la sociedad o a parte de ella, es, ante todo, una responsabilidad moral y su pago es el ver que se hace, de forma eficaz, el cometido, siendo el cobro de tu trabajo, el necesario aspecto económico, sólo una parte, la que sólo se corresponde con lo material y con el bienestar particular y familiar, el resto es social y es a ello a lo que te debes dedicar con intensidad e ilusión, porque es lo que te va a dar el verdadero bienestar, entendido como la mejora de los demás.
También me ha venido a la mente otra frase del mismo autor, de Cantú, que decía: “Cuando una opinión falsa corre entre las gentes conviene combatirla, porque, de otro modo, se arroga el título del sentido común”. Al escuchar discursos vacíos e interesados, de aquellas personas que dijeron y después no lo dijeron, necesitas, al menos, decirte a ti mismo y a aquellas y aquellos que te pudieran leer que por mucho que tu madura, al menos por el tiempo transcurrido, comprensión alcance a aceptar que todo depende de percepciones, sientas, en lo más hondo de tu sensibilidad, una gran tristeza y abatimiento.
Juan Francisco Santana Domínguez