¿Sabían ustedes que en Tenoya era tradición hacer Belenes? Así lo podemos comprobar en un escrito que data del seis de agosto de 1772, en el que se puede leer que los vecinos venían haciendo en la Ermita de San Pedro, desde hacia tiempo, un Nacimiento por las fechas de la Navidad, y para ello habían comprado con el dinero de las limosnas que se recibían en aquella antigua ermita unas figuras de barro y ovejitas.
Estas representaciones de los belenes en las Islas se remontan a finales del siglo XV, cuando las congregaciones franciscanas las promovieron. Las figuras utilizadas eran de barro policromado y la gente sencilla las encargaban a determinados santeros que tenían que trabajar duro debido a la gran demanda, mientras que las familias pudientes las traían desde Andalucía o Murcia, que eran figuras hechas por profesionales del ramo y que reflejaban una mayor calidad, no faltando los diferentes encargos a los imagineros isleños, como era el caso de Rafael Bello[1], aunque éste escultor es bastante más reciente, siendo además el primer profesor titulado de dibujo que tuvo la ciudad de Las Palmas.[2]
En el nacimiento que se hacia en la Ermita de Tenoya, posiblemente, se utilizaron figuras de cierta calidad, pues no en vano era un montaje para que lo disfrutara todo el pueblo, y con el dinero que se recaudaba en las visitas que los fieles hacían a la Ermita de San Pedro se podían permitir el lujo de comprarlas, ya que entre el 14 de octubre de 1770 y el 14 de agosto de 1782 se gastaron más de 4.020 reales.[3]
Aquella antigua tradición hizo, posiblemente, que con el paso del tiempo se representaran en Tenoya, por las fechas de la Navidad, unos belenes vivientes, de los que tenemos noticias[4] a finales del siglo XIX. Nos cuenta, al respecto, D. Tino Torón que una vecina le manifestó que era común en Tenoya el llevar a cabo belenes vivientes y que ella los recordaba desde finales de la mencionada centuria. Nos podemos imaginar el trabajo llevado a cabo por vecinas y vecinos, no sólo en el diseño de sus ropas, sino en la puesta escena de aquella obra. Posiblemente dichos belenes fueran consecuencia de aquellos antiquísimos belenes que se representaban en la Ermita de San Pedro.
[1] La Provincia. Quinientos años nuevos. Artículo de Sergio Suárez. 27/ 12/ 1992, pp. 46-47.
[2] RODRÍGUEZ DORESTE, J.: Memorias de un hijo del siglo. Las Palmas de G. C. 1988, p. 28.
[3] A.D.L.P. Libro de cuentas de la Ermita de San Pedro de Tenoya. fs. 42r-42v.
[4] Manifestación oral de D. Tino Torón, recogida en sus múltiples diálogos con los vecinos, siendo ésta una forma ideal de no perder nuestras tradiciones.
Estas representaciones de los belenes en las Islas se remontan a finales del siglo XV, cuando las congregaciones franciscanas las promovieron. Las figuras utilizadas eran de barro policromado y la gente sencilla las encargaban a determinados santeros que tenían que trabajar duro debido a la gran demanda, mientras que las familias pudientes las traían desde Andalucía o Murcia, que eran figuras hechas por profesionales del ramo y que reflejaban una mayor calidad, no faltando los diferentes encargos a los imagineros isleños, como era el caso de Rafael Bello[1], aunque éste escultor es bastante más reciente, siendo además el primer profesor titulado de dibujo que tuvo la ciudad de Las Palmas.[2]
En el nacimiento que se hacia en la Ermita de Tenoya, posiblemente, se utilizaron figuras de cierta calidad, pues no en vano era un montaje para que lo disfrutara todo el pueblo, y con el dinero que se recaudaba en las visitas que los fieles hacían a la Ermita de San Pedro se podían permitir el lujo de comprarlas, ya que entre el 14 de octubre de 1770 y el 14 de agosto de 1782 se gastaron más de 4.020 reales.[3]
Aquella antigua tradición hizo, posiblemente, que con el paso del tiempo se representaran en Tenoya, por las fechas de la Navidad, unos belenes vivientes, de los que tenemos noticias[4] a finales del siglo XIX. Nos cuenta, al respecto, D. Tino Torón que una vecina le manifestó que era común en Tenoya el llevar a cabo belenes vivientes y que ella los recordaba desde finales de la mencionada centuria. Nos podemos imaginar el trabajo llevado a cabo por vecinas y vecinos, no sólo en el diseño de sus ropas, sino en la puesta escena de aquella obra. Posiblemente dichos belenes fueran consecuencia de aquellos antiquísimos belenes que se representaban en la Ermita de San Pedro.
Juan Francisco Santana Domínguez
[1] La Provincia. Quinientos años nuevos. Artículo de Sergio Suárez. 27/ 12/ 1992, pp. 46-47.
[2] RODRÍGUEZ DORESTE, J.: Memorias de un hijo del siglo. Las Palmas de G. C. 1988, p. 28.
[3] A.D.L.P. Libro de cuentas de la Ermita de San Pedro de Tenoya. fs. 42r-42v.
[4] Manifestación oral de D. Tino Torón, recogida en sus múltiples diálogos con los vecinos, siendo ésta una forma ideal de no perder nuestras tradiciones.