La historia de Tamaraceite y sus alrededores posee una riqueza documental extraordinaria, desde todos los puntos de vista. Tenemos que aclarar que la extensión de Tamaraceite no ha sido siempre la que nosotros hemos vivenciado, y en tal sentido hay que situarnos en los momentos anteriores a la conquista de
El mesón era una casa en donde se repostaba, se descansaba, se comía y se bebía, además de poder albergar a aquellos viajeros y a sus caballerías. Allí tanto los transeúntes como sus bestias podían recuperarse y reponer fuerzas para continuar el camino. En Tamaraceite, ya desde el siglo XVI, adquirieron una gran fama. En el año 1637 se habla del “Camino Real que va a dar a los Mesones de Tamarasayte, encontrándose por la parte trasera el Barranco del mismo Lugar”.
En el año 1651 los Mesones pertenecían a Sebastián Perera y tres años después Juan de Toro, vecino de Teror, arrendaba los “Mesones de Tamarasaite y de San Lorenzo”, teniendo que pagar, por el vino que se vendiera o no se vendiera en los mencionados mesones, la cantidad de 80 reales. En aquel momento le fue arrendado por D. José de Betancort Herrera, Arrendador Mayor de
Ese mismo año Los Mesones se sitúan con más precisión: “...en Tamarasaite, donde dicen
Estaban en funcionamiento dos mesones, ya que el Arrendador Mayor de Sisa de Maravedí del Vino los arrienda de nuevo, en el año
Tanta fue la fama que cogieron aquellos Mesones, que se le dio su nombre a la zona de sus alrededores, así podemos verlo cuando varios vecinos compran tierras, entre los años 1674 y 1741, en lo que se denominó Los Mesones de Tamarasaite.
Tienda de Dª María Villegas. Colección FEDAC
La condición de lugar de paso hizo que muchos viajeros, fundamentalmente del siglo XIX y XX, tanto nacionales como extranjeros, al pasar por de este pago nos dejaran constancia en sus escritos y libros y prueba palpable de ello son las palabras que nos dejó Verneau, allá por el año 1878, que nos decía: “...todos los cocheros que vienen de
Dª María Villegas. Colección FEDAC
La necesidad de repostar en Tamaraceite hizo que, no sólo, se construyeran casas en torno a aquellos Mesones sino que florecieran otros pequeños negocios y ya desde la primera mitad del siglo XX eran muy famosos los bizcochos lustrados de Doña María Villegas, siendo una parada obligatoria, no sólo para reponerse sino para poder comprar y degustar aquellos, según dicen, exquisitos manjares. Los coches de hora paraban por sólo comprar los artículos que ofrecía Dª María Villegas, no sólo sus mencionados bizcochos sino que también tenía a la venta, en su negocio de Tamaraceite, bollos, queques y otros productos similares[1].
En el año 1915 Doña María Villegas Racilla era viuda de D. José Santana Afonso. Por la misma fecha tenía una casa alquilada para despacho de carnes, también tenía una casa que utilizaba para su comercio y para la ya citada industria de dulces.
Juan Francisco Santana Domínguez
Doctor en Historia
[1]Datos orales aportados por D. Juan Pérez Navarro, que le fueron dados, de la misma forma, por su madre, que tuvo el placer de disfrutar de aquellos productos.