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NUESTRA SEÑORA DE LA ENCARNACIÓN DE TENOYA Y SAN LORENZO. UN CURIOSO EPISODIO DEL SIGLO XVIII

En el año 1763 hubo tan terrible sequía en Gran Canaria, que los vecinos de Tenoya decidieron llevar la imagen de Nuestra Señora de la Encarnación al pueblo de San Lorenzo a visitar al Santo para hacer rogativas, ya que los campos estaban totalmente arruinados por la falta de lluvia. Estando la imagen de Nª Sª de la Encarnación en la Iglesia de San Lorenzo se le colocó una corona de plata, guarnecida de pedrería, que costó 200 reales a la Fábrica y mayordomo de Tenoya, que por aquel momento era Miguel Marcelino García.

A  la  vuelta  de  la  Imagen de Nuestra Señora de la Encarnación  a  su ermita de Tenoya, acompañada por la de San Lorenzo, hubo una gran fiesta a base de fuegos artificiales y de motivos florales a lo largo de todo el trayecto, que como ejemplo y por su contenido de manifestación festiva es digno de recoger literalmente: “A la venida se gastaron porción grande de fuegos: seis ruedecillas a la salida de la Parroquia de San Lorenzo y por todo el camino tirando voladores, y cuando llegó al portechuelo de la Ermita de Machicado hasta llegar a la entrada de Tenoya se tiraban voladores en la procesión y se correspondía con otros desde el mismo Tenoya, hasta que llegó a la primera casa, la de Roque Lorenzo por la banda de abajo del camino, en donde estaba hecho un arco muy grande de palma y rama, lleno de flores y rosquillas, hasta donde salió San Pedro a recibirla y al Señor San Lorenzo y conforme llegaron se le dio fuego a una andana de tronadores y a cuatro ruedecillas y juntamente voladores. Al llegar a la Ermita otra andanada de tronadores que se dispararon al entrar Nuestra Señora, San Pedro y San Lorenzo; la enramada por uno y otro lado era muy espesa de palmas y rama, en la plaza había cuatro arcos: uno en la esquina de arriba de la Ermita, el otro frente al mismo camino y esquina de la cerca de la casa del Teniente de Capitán D. Francisco Díaz y el otro en medio de dicha pared y la casa de D. García Manrique, que en aquel entonces era mayordomo de la Ermita, y el otro en la esquina de abajo de la Ermita y lo mismo en la puerta de la Ermita, pero mucho mejor.

La Iglesia estaba desde el techo hasta el suelo enramada de palma lisa y labrada y los tirantes de colgaduras, todos por la banda de arriba de banderillas de papel pintado. Junto al altar había otro altar hecho de mesas, muy bien puesto, que cogía todo el ancho de la Ermita con el hueco por uno y otro lado de una persona, se puso a Nuestra Señora en medio, a San Lorenzo como huésped a la derecha y al otro lado a San Pedro. Aquella noche hubo muchos voladores, seis ruedecillas, seis montantes, tres fogueras, clarín y tambor, el clarín vino en la procesión y el  tambor salió a  su  recibimiento  con San Pedro. Al día siguiente, tercero de Pascua, hubo misa cantada, su sermón y sus correspondientes fuegos y por la tarde se llevó al Señor San Lorenzo a su Parroquia, saliendo a despedirlo el Señor San Pedro, en cuyo intermedio se fueron disparando voladores hasta dicho primer arco y al despedirlo cuatro ruedecillas con lo que se dio fin a la función. Todo a costa  de los vecinos de Tenoya y al desvelo del mayordomo, que trajo jubrones de la montaña para los arcos y latas para la enramada y algunos sujetos concurrieron con sus limosnas de San Lorenzo y en particular de Tamaraceyte.”

Este suceso tuvo lugar en los comienzos de la cuaresma del año 1763 y el resultado fue que, después de aquellos hechos, durante todo el primer día de Pascua cayeron unos tremendos aguaceros, pudiéndose leer:”...con cuya agua se cogió mayor cosecha en la jurisdicción de San Lorenzo que en toda la Isla, cuyo año fue muy corto de todo género de granos y fruta.” Al margen del folio donde está recogido este hecho se puede leer:”...se consiguió el agua”. Es muy curioso que en el dorso de la indicada nota se  hiciera alusión a los poderes de las benditas imágenes, es decir, la salida de las imágenes citadas tuvo su resultado satisfactorio, con lo que la devoción a aquellas imágenes religiosas aumentó, en aquellos momentos, de forma considerable como respuesta a los resultados obtenidos.

La realista narración que hemos podido leer se hizo unos años después, concretamente el 14 de octubre de 1770, con ocasión de una visita desde el Obispado, en tiempos del Obispo D. Juan Bautista Cervera, y la verdad es que sobran los comentarios  viniendo a mi mente las fiestas que se hacían y se siguen celebrando en nuestros campos, y más concretamente las fiestas de San Lorenzo, ya que multitud de personas de todos los rincones de la Isla vienen a este Lugar para ver sus espectaculares fuegos artificiales, no en vano están considerados como los más completos en su género, al decir de los entendidos. En verdad, las fiestas de corte religioso poco han cambiado con respecto a aquellas alejadas fechas, como hemos podido apreciar, y los fuegos de artificio han acompañado al Santo desde el momento en que San Lorenzo fue colocado en la Ermita del Lugarejo, en la primera mitad del siglo XVII*.

Juan Francisco Santana Domínguez
Doctor en Historia

* Este episodio religioso se puede leer, con algunas modificaciones, en el libro “Historia del Municipio San Lorenzo de Tamaraceite: Recuperando la Memoria Histórica”, del mismo autor.

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