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Sobre el topónimo de La Galera

Algunos topónimos actuales recuerdan la gran importancia que tuvo la cal para la zona, ejemplo significativo de ello puede ser el mal llamado término de la Galera, en Tamaraceite, ya que el paso del tiempo y la tradición oral han desvirtuado su primitivo nombre de las Caleras de Tamaraceite.

Ya desde el siglo XVI se prohibía extraer piedra de cal del Lomo Lugarejo, así también se hablaba de la zona de las caleras, negocio que pervivió hasta bien entrado el siglo XX, demostrándolo el hecho de que son varios los vecinos que por la década de los años veinte solicitaban permiso para poder construir sus hornos de cal en Guanarteme, Chile o Las Arenas. Desgraciadamente la especulación, el olvido y la desidia de los responsables de mantener el patrimonio han hecho que hoy en día nada quede de aquellos hornos de cal y para que no quepa la menor duda les remito al artículo, que en esta página (ir a artículo) pueden leer, que hace alusión al último horno de cal: el del Barrio de Chile[1].

Viniendo hacia Tamaraceite, entre Jacomar y la Cruz del Ovejero, nos encontramos con La Galera, topónimo que nos merece atención y curiosidad. Vimos que ya desde los comienzos del siglo XVI la cal era una de las principales explotaciones del Lugarejo y sus alrededores[2], y así posiblemente el primer horno de cal, en los alrededores de Tamaraceite, fuera el de Juan Barrial que ya lo había construido en el año 1522[3], empleándolo en el negocio de la transformación de las piedras de cal.

Allí acudían diversos personajes a hornear la blanca piedra; otros como Juan Ramírez se dedicaban a cortar y a traer la leña necesaria para llevar a cabo las hornadas en el horno del mencionado Juan Barrial[4], con lo que podemos apreciar el deterioro y la tala exhaustiva que se producía en los bosques más cercanos, debido a la gran cantidad de madera que necesitaban tanto estos hornos como los cercanos ingenios azucareros que se encontraban en Tenoya.

Señal de que la cal era un negocio rentable es que el 19 de diciembre del mismo año, Gonzalo López había vendido al Bachiller Fernando Ortiz y a Alonso de Illescas sesenta cahíces de cal a 160 maravedís la unidad, dando la mitad de la ganancia a Juan de Godoy. Con ello acordaban hacer un horno de cal en Tamaraceite, en donde el mencionado Juan de Godoy se obligaba a poner toda la piedra necesaria y Gonzalo López la leña que hiciera falta para quemarla, compartiendo por igual tanto los gastos como los beneficios[5].

El 31 de octubre del año 1560 Juan Fernández, calero, hacía una venta a Juan Alarcón, boticario, y a Melchor de Castro por valor de 50 doblas de oro “... de la parte que le toca en la producción del horno de cal que ha hecho en las Caleras de Tamaraceite, en compañía a partes iguales con el dicho Juan de Alarcón, con Francisca Núñez, mujer que fue de Francisco Navarro, y con Alonso Ortiz. El horno se encenderá mañana, día de Todos los Santos”.[6]

Este último documento nos muestra que el topónimo actual de La Galera de Tamaraceite era ni más ni menos que las Caleras de aquel entonces, transformando el nombre primitivo la transmisión oral y el paso del tiempo.

A lo largo del siglo XVII se siguió denominando Las Caleras, como se puede apreciar en los diversos documentos consultados[7], sirva de ejemplo uno del año 1676, en donde el matrimonio compuesto por Bartolomé Gil e Isabel Ortiz tenían dos fanegadas de tierra “...de pan sembrar en Tamarasayte, donde dicen Las Caleras, lindan por una parte vereda que va de este Barranco al Camino Real de la Ciudad y por otro tierras nuestras y por el otro D. Antonio de Carvajal”.

En el siglo XVIII el negocio de la cal seguía explotándose en Tamarasayte y encontramos como Juan de Candelaria, vecino del mencionado lugar, debía a Francisco Naranjo de Quintana la cal que éste le tenía comprada[8], pero por aquellos momentos ya el nombre originario se había perdido, pues al hablar, en el año 1749, de la Capellanía que había fundado el canónigo D. Luís Rodríguez, sobre sus bienes “...en el pago de Tamaraseite que llaman La Galera”.[9]

Ya en los últimos años de siglo, concretamente en 1791, el Licenciado D. José Romero de Franquis, clérigo presbítero vecino de la Ciudad, arrendaba a Andrés Cabrera, vecino de San Lorenzo de Tamaraseite, por espacio de tres años, tres suertes que pertenecían a su Capellanía y que estaban situadas en aquel pago, una llamada la Hoya de Galeras y otras dos más pequeñas tras la Montañeta de Tamaraseite.[10]

En el año 1891 se sacaban en pública subasta los bienes que habían pertenecido a D. José Rivero Cabrera, y en aquel momento eran de sus herederos, entre los cuales se encontraba una finca “...en donde dicen Galeras”, que lindaba por el naciente con tierras de Dª. Inés de Armas y de D. José Guinard, que antes habían pertenecido a D. José Díaz Caubín y a D. Esteban Bethencourt, y al sur limitaban con la carretera de Arucas[11]. En este documento se nos da relación de algunos de los dueños que había tenido el pago de Galeras durante el siglo XIX.

No sólo en Tamaraceite se ha trabajado la cal, ya que en las Ordenanzas Municipales de Gran Canaria del año 1531 ya se mencionaba la piedra de cal del Lomo del Lugarejo, y más recientemente el horno de cal que aún podemos apreciar en el Barrio de Chile, camuflado[12] y olvidado entre las diversas viviendas, que parece reivindicar el recuerdo por aquellos caleros de antaño, pero que los más ancianos del lugar recuerdan verlo en actividad allá por los años 30 y 40 de la presente centuria.

En el censo del año 1930 aparecen algunos pagos con una población de dos o tres habitantes, pero no se nombra a Galeras, con lo que podemos deducir que por aquellos momentos sólo se trataba de tierras sin asentamientos humanos estables, lo que contrasta con el considerable número de habitantes que hoy se encuentran asentados en este lugar.

El historiador tiene el deber de cuestionarse, de preguntarse, entre otras muchas cuestiones, sobre los topónimos del lugar que está estudiando, y yo siempre me pregunté ¿Qué hace el nombre de una galera en esta zona? La respuesta, al comienzo, fue un no comprendo como el nombre de este tipo de embarcación podía estar ligado a un territorio interior. Fruto de ese planteamiento inicial surgió con el tiempo el descubrimiento de su curioso origen. ¿Se debería recuperar el nombre original de Las Caleras? A mi entender sí deberíamos, al menos, hacer mención a su nombre original.

Juan Francisco Santana Domínguez
Doctor en Historia




[1] Canarias7. 25 de septiembre de 2002. “La pérdida del patrimonio”. Juan Francisco Santana Domínguez.
[2] MORALES PADRÓN, F.: Ordenanzas del Concejo de Gran Canaria (1531). Sevilla 1974, p.24.
[3] A.H.P.L.P. Cristóbal de San Clemente. Nº 735, fs. 31v-32v, 33r-34r, 784v. 1522
[4] A.H.P.L.P. Cristóbal de San Clemente. Nº 735, fs. 31v-32v, 33r-34r.
[5] Ibídem. f. 784v.
[6] PÉREZ HERRERO, E.: Alonso Hernández escribano público de Las Palmas 1557 - 1560: Estudio Diplomático, Extractos e Índices. Las Palmas 1992, p. 481.
[7] A.H.P.L.P. Francisco Gallegos. Nº 1.081, f. 345v. de 1622; Francisco Ortega. Nº 1.404, f. 154, Cuaderno 1º de 1676.
[8] A.P.S.L. Imposiciones y otros documentos. fs. 51r-53v.
[9] A.D.L.P: Fundación de títulos de capellanías que mandó fundar Dª. Isabel del Castillo. fs. 3r-10r.
[10] A.H.P.L:P. Manuel Román Falcón. Nº 1.815, fs. 328r-329v.
[11] Boletín Oficial de la Provincia de Canarias. Nº 30, de11/3/1891.
[12] Este escrito se hizo antes de que el Horno de cal del Barrio de Chile fuera eliminado para dar paso a una gran mole de cemento. ¿Los responsables del tema qué nos dicen al respecto? ¿Si es una ilegalidad, quién les ha pedido explicaciones?

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