Antes de comenzar a hablar de la ermita y de su entorno sería interesante dar a conocer que los alrededores de San Gregorio eran conocidos desde finales del siglo XV con el nombre de Los Granadillares, en honor a la gran cantidad de grano que de allí se extraía. Por ello se podría empezar con una serie de datos relacionados con los cultivos, los señores de la tierra y sus medianeros, así como con los límites de la zona, en donde podrán leer algo relacionado con los topónimos de la zona.
Desde los primeros momentos después de la conquista ya se hablaba de las tierras y silos del Granadillar de Tamaraceite, que iban a mantener su importancia hasta el siglo XX. Van a ser unos pocos grandes propietarios los poseedores de la mayor parte de las mejores tierras, entre ellos estaban las familias de los Lezcanos y Moxicas, también grandes propietarios de las tierras y aguas de Tenoya, o los del Castillo, más relacionados con las posesiones de San Gregorio y sus alrededores, hasta llegar al mismo San Lorenzo, los Naranjo más emparentados con la zona de Siete Puertas y sus cercanías.
Desde comienzos del siglo XVI, bastante antes del año 1516, ya se conocía el lugar de Los Granadillares, en donde tenían tierras, entre otros, Juan de Ariñez, Alvaro de Zorita, Pedro de Santiago[1], Cristóbal García de Cazalla, Alonso López, Francisco de Torres, Juan Gozón, García de Vergara y Luis Jiménez.[2]
Las tierras de Los Granadillares eran todas de sembradura, según podemos observar en bastantes documentos del citado siglo[3]. En el año 1522 la zona de Los Granadillares lindaba con las tierras de Fernando de Bachicao y con los herederos de Juan de Siverio.
En el mismo año varios vecinos de la Isla pactaban con los labradores, que una vez se recogiera el trigo había que cobrarlo cuando se hubiera puesto en las eras de Los Granadillares de Tamarazayte.[4]
También es en aquella fecha cuando se habla de las “...tierras de Siverio que llaman Los Granadillares”, utilizándose a medianeros y criados para que sembraran y se encargaran de todo lo concerniente a la actividad agrícola. Estos criados arrendaban a su vez otras tierras para su beneficio personal y así Pedro Báez, criado de Juan de Siverio, arrendó doce fanegadas de sequero que pertenecían a Luis Jiménez, en Los Granadillares, y se pactaba el camino que debía seguir: "...deberá tomar un camino que va de las tierras de Francisco Borrero a las de Juan Civerio, a la izquierda del Camino Real.”[5]
La cantidad de grano que se sacaba de aquellas tierras tuvo que ser muy importante, ya que desde antes del año 1533 en este Lugar había una silería(conjunto de silos para guardar el grano). Entre los propietarios de los silos estaba Luis Jiménez, que le vende el suyo a Fernando Sayago por una onza de oro[6], Antón de Serpa y Juan Carrasco, pero el mayor lote era el de Civerio, que luego pasaría a su hijo Bernardino de Lezcano, y consistía en algo más de 350 fanegadas de tierra de sequero.[7]
La importancia económica del lugar hace que se asienten varias familias que entraran al servicio de los propietarios de las tierras como medianeros. Así el 26 de abril del año 1649 el Capitán D. Antonio Truxillo de Vergara, Familiar del Santo Oficio, arrendaba unas trece fanegadas de tierras de pan sembrar que tenía en el Granadillar y término del Lugarejo, a Juan de la Nuez, vecino de Teror, que lindaban por la parte de arriba con tierras del arrendatario y por abajo otras tierras que tenía arrendadas a un vecino de San Gregorio, por otro lado tenía tierras que habían pertenecido a su suegro, D. Fernando Suárez de Figueroa, y que a su vez estaban arrendadas a Luis Sánchez por nueve años; el pago por el arrendamiento era de seis fanegadas anuales de trigo limpias de polvo, pajas y malas semillas puestas en su granero.[8]
No sólo los vecinos de los alrededores poseían tierras en este lugar, prueba de ello es que en el año 1634, D. Fernando Suárez de Figueroa, vecino de Guía, tenía una hacienda con sus correspondientes cien fanegadas “de pan sembrar”.[9]
En el año 1677 se nombra en varios documentos la Montaña de Muñoz en Los Granadillales y sus cultivos de trigo.[10]
En el año 1667 D. Alonso Olivares Lezcano y su esposa Dª. Luisa Antonia Trujillo Suárez, hablan de sus tierras de "San Gregorio, Cortijo de los Granadillares", en donde arriendan unas tierras, a varios vecinos de San Lorenzo, que constaban de 56 fanegadas dedicadas a trigo, tres a cebada y seis barcinas de paja, con la condición de que le fuera permitida la entrada y salida de su ganado de ovejas y “...otros cualesquiera para la majada que tengo donde llaman La Montaña”, que lindaban con el Barranco de Tamaraceite, a dar a la Pileta por la parte de abajo(este topónimo se conserva hoy en día, con la variación de aparecer en plural: Piletas). En el mencionado Cortijo, D. Alonso Olivares también tenía su casa, en la que residía por temporadas, pues normalmente vivía en la Ciudad.[11] Por ello en el año 1680 el Capitán y Sargento Mayor D. Alonso Olivares Lezcano y Castillo hablaba de su Cortijo de San Gregorio, en donde se encontraban sus medianeros, haciendo alusión a las personas de los alrededores que trabajaban en sus grandes extensiones de tierras.[12]
En el siglo XVIII, hacia la década de los años treinta, se nos decía que los terrenos de la jurisdicción de San Lorenzo solían tener buenas sementeras de trigo y millo[13], debido a ello las ventas de trigo se solían hacer a los vecinos de la Capital.[14] A comienzos del siglo citado, concretamente en el año 1709, hubo una urgente necesidad de granos en la Isla, por lo que se ordenó el cierre de todos los puertos y caletas, a excepción del Puerto de La Luz y el Confital. Se mandaba a los diferentes alcaldes de los pueblos a que hicieran cumplir lo acordado y a que tomaran juramento a los vecinos de la cantidad de granos que tuvieren, si no lo hacían se les decomisaría y se le daría la mitad a la persona que les denunciara.
En aquel momento en cada Lugar existía alguien que ejercía la labor de vigilancia, generalmente un Regidor, se nombraba a todos los Lugares que tenían una urgente necesidad de granos: Guía, Gáldar, Agaete, Arucas y Firgas, Moya y la Costa de Lairaga, Teror, Telde y La Vega, pero no se nombraba a San Lorenzo, debido a que era una zona rica en este tipo de cultivo.[15]
Evidentemente las hambrunas hicieron que las prohibiciones de extraer granos de la Isla continuaran, y así el 24 de mayo del año 1800 el Obispo D. Manuel Verdugo condenaba los “tiránicos precios del grano” y a él se unía el Comandante General, que prohibía extraer de la Isla, bajo penas de prisión y 100 ducados de multa, cualquier cantidad de trigo, millo y cebada.[16] Dos meses después el Obispo citado mandó una carta a los pueblos de Arucas, Teror, Moya y San Lorenzo denunciando los abusos de los precios del grano, debido a que abundaban las familias pobres, “viendo que de una regular cosecha aun en tiempo de recolección de frutos se ha vendido y se vende el trigo descaradamente por los pueblos y sus calles a 10 y 12 reales de plata la fanega, la cebada a 4 y 5, enriqueciendo injustamente a los vendedores, destruyendo y haciendo perecer a los consumidores, cuyos haberes no alcanzan para comprarlos. Por ello se manda, que desde el 23 de junio de 1800 hasta finales del año 1801, que ninguna persona pueda comprar ni vender sino a los precios marcados: la fanega de trigo, a dinero de contado o a fiado, no exceda de 80 reales de vellón de Castilla, el millo a 68, el centeno a 50, cebada a 40 y las papas a 34 reales. De cuyos precios no se puede pasar ni bajar so pena de perder la mercancía más 3.000 maravedís por cada fanega. Además que ninguno oculte, esconda o deje de vender dichos productos habiendo quien los quiera comprar, con un Regidor o Diputado impartiendo el auxilio competente, registrando si es preciso graneros o cualquier otro sitio, y dejando lo necesario para su labor, alimento y sementera, haciendo que se venda el sobrante, so pena de 2.000 maravedís si no lo hiciera por cada fanega que dejara de vender”.[17]
Después de esta serie de datos económicos entraremos en el tema específico de la Ermita de San Gregorio y podremos ver como ya desde el año 1630 se cita el topónimo "Barranquillo de San Gregorio”, siendo este dato fundamental,[18] pues si en el caso del Lugarejo de San Lorenzo comenzó a ser conocido con el nombre del Santo desde los primeros momentos en que se construyó su ermita, lo mismo sucedería con la ermita de San Gregorio, por lo que antes de la citada fecha ya estaría construida.
Estos son los restos de las paredes de la vetusta ermita de San Gregorio. El lugar es un estupendo otero desde donde se divisan perfectamente tanto el municipio vecino de Arucas, como gran parte de Las Palmas. Lámina del autor.
La gente que se había asentado en Los Granadillares tenía muy lejos la ciudad de Las Palmas, Arucas, o la Ermita de Tenoya para acudir en busca de sus necesidades espirituales. Por ello tuvieron su ermita en las tierras de D. Alonso Olivares Lezcano y su esposa Dª. Luisa Antonia Trujillo Suárez, siendo posiblemente éstos quienes la mandaran a construir, alejada de los caminos más transitados y en lo alto de su montaña.
Con ocasión de la visita del obispo D. Pedro Manuel Dávila y Cárdenas en el año 1732, se le comunica al Alférez Mayor de la Isla, D. Pedro Agustín del Castillo, como dueño de la Ermita de San Gregorio, que aquella se encontraba en muy mal estado e “indecente”, por lo que se le ordenaba repararla en el plazo de cuatro meses.[19]
En el año 1737 seguía en el mismo estado de indecencia y abandono, lo que daba a demostrar que sus propietarios poco caso le hacían a la pequeña Ermita.[20]
El propietario D. Pedro Agustín del Castillo, nació en Las Palmas el día 28 de abril de 1669. El 30 de octubre de 1700 recibió el título de Alférez Mayor de la Isla, y se esmeró en sostener y aumentar las defensas de la ciudad de Las Palmas, construyendo baterías y fortalezas, pero lo que le ha catapultado a la fama intemporal es ser el autor de la "Descripción histórica y geográfica de las Islas de Canaria”, obra de imprescindible consulta, concluida en el año 1738.[21]
En las Sinodales, del último Obispo citado, del año 1737, se puede leer: " ... San Lorenzo tiene cuatro ermitas en su territorio, y a las dos las llaman así por tener campana y puerta a la calle, que son la de San Gregorio en su término ...”.
A fines del siglo XVIII era dueño del Cortijo de San Gregorio el Conde de la Vega Grande, D. Fernando Del Castillo Ruiz de Vergara, hijo y heredero del citado D. Pedro Agustín.[22] En su ermita, D. Fernando no invertía gran cosa, pues la tenía totalmente descuidada y con ocasión de la visita del obispo D. Juan Bautista Cervera, realizada el 14 de octubre de 1770, no se encontró en ella nada que pudiera servir para el culto.
La explicación que se dio fue que en la Ermita sólo se celebraba culto en el día de San Gregorio, y para esa ocasión se llevaba todo lo necesario desde la Ciudad.[23]
En el mismo año el altar no tenía manteles ni ara para decir la misa y sólo se encontró un cuadro muy “indecente”, por lo que el visitador mandado por el Obispo, ordenó que se le sacara de la Ermita.
El edificio presentaba graves desperfectos en el tejado, por lo que se mandó que se tejase lo que se encontraba en mal estado. La única persona que se personó en el Lugar fue el Mayordomo de la Ermita, el cual tenía la llave en su poder y aseguró que el único día en que se decía misa era en el día de San Gregorio.[24]
El seis de mayo de 1790, José González, vecino de San Lorenzo, daba poder a los procuradores para que le ayudaran y defendieran por las denuncias que tenía presentadas contra varios vecinos de dicho Lugar, por haber estado introduciendo ganado en el Cortijo de San Gregorio, propiedad de D. Francisco Del Castillo, que tenía a su cargo[25]. Es evidente que los vecinos de los alrededores que poseían ganado se introducían en aquellas fértiles tierras para poder pastar.
El abandono que sufrió la Ermita de San Gregorio a lo largo del siglo XVIII es patente en todos los documentos de aquella centuria, lo que va a ser el desencadenante que la Ermita pierda su condición, debido al abandono y a la apatía de la familia Del Castillo, que no se preocuparon lo más mínimo en su conservación, aunque en las visitas de Obispos y Visitadores siempre se les exhortó a que reparasen las carencias y desperfectos.
El día 22 de junio de 1876, por una partición de bienes, se adjudicó el “Cortijo de San Gregorio y los Granadillares” D. Adan del Castillo y Westerling que era casado con Dª. María de los Dolores Manrique de Lara y Bravo de Laguna, limitaba al norte con el Barranquillo de Piletas, en el Peñón Rajado, y siguiendo una línea recta se llegaba a la pared antigua conocida con el nombre de “Pared Canaria”(se trataba de los restos de una construcción aborigen, lo que demuestra una vez más el poblamiento prehispánico del lugar) que separaba la finca de las tierras que habían sido del Deán Roo y de D. Juan Ponce Guerra, y en dicha fecha pertenecían a la familia Montesdeoca. Al sur comenzaba en el Barranquillo de la Cagarruta y comprendía, además de las tierras, de casas y cuevas para el colono y para el pastor, un pajar y otras dependencias de labranza, completándose con dos estanques, uno de cueva y otro de barrial.
En un documento del año 1919 se habla de que en esta zona y contigua a San Gregorio estaba la “Suerte del Granadillar o también llamada de Timbombo”, que lindaba al naciente y sur con el Barranco del Acebuchal y los terrenos que habían sido del Conde de la Vega Grande, y que por aquellos momentos pertenecían a D. Adán del Castillo y Westerling, y al poniente con las tierras de D. Francisco Guerra, haciéndolo hacia el sur con tierras del mencionado D. Adán. Esta finca medía quince fanegadas y cuatro celemines y pertenecía a Dª. María de Jesús de la Rocha y Casabuena, que la vendió a D. Agustín Rodríguez Ponce, en el año 1916.[26]
Volviendo a la finca de San Gregorio, su dueño D. Adán del Castillo murió el 23 de julio de 1930 y dejó como herederos a: Dª. Luisa, Dª. Elvira, D. Enrique y D. Sixto del Castillo y Manrique de Lara.[27]
De las Cuentas de Fábrica de San Lorenzo del período comprendido entre 1879 y 1881, se puede entresacar que en la jurisdicción de San Lorenzo sólo habían dos ermitas: la de Tenoya y la de Tamaraceite, aunque las otras ermitas de antaño siguieran unas en el abandono y otras cerradas.[28]
La última noticia de la ermita es del año 1934, textualmente se nos dice: “ ... da pena que una ermita de tan antigua historia esté hoy destinada a otros menesteres que a aquél para el que fue edificada por la Casa del Castillo.”[29]
En este alejado paraje de San Gregorio estaba situada la ermita del mismo nombre. Aún se pueden ver restos de sus paredes en la parte derecha de la vivienda, así como también cuevas de asentamientos aborígenes a la izquierda. Lámina del autor.
Por aquellos años el Cortijo de San Gregorio estaba plantado de plataneras y otros árboles frutales que seguían cultivando los medianeros.[30]
Como se puede apreciar, de ermita sólo le quedaba el nombre, ya que seguramente estaría haciendo función de granero o almacén.
Hoy en día, en aquel paraje solitario sólo podemos apreciar los restos de sus cimientos, ya que hace unos años fue desmontada por los propietarios*.
En el lugar de San Gregorio, además de ser una zona excelente para los más diversos cultivos, podemos apreciar pozos, galerías o cuevas, relacionadas directamente con la agricultura, además de ser claros exponentes de los diversos asentamientos del pasado. Lámina del autor.
Es evidente que este escrito se hizo hace tiempo porque en aquel maravilloso y tranquilo lugar, aquel entorno que nos acercaba al cielo, ya nada es igual y el cemento aflora por doquier. El interesantísimo conjunto del poblado aborige y los vestigios etnográficos e históricos corren un grave peligro de desaparecer. Este enclave es interesante desde muchos puntos de vista pero creo que fue una zona en la que los canarios y los pobladores que llegaron desde más allá de los mares tuvieron los primeros contactos, compartiendo un mismo espacio, dando muestras que dos culturas tan diferentes podían darse la mano, aunque una de ellas apretara demasiado.
El presente escrito, además de aportar luz sobre la historia de la ermita y del lugar, sobre sus pobladores, los señores del suelo, sobre su toponimia, fundamentalmente pretende alertar de que uno de nuestros símbolos nos puede ser arrebatado por las palas de los tractores y de la imparable ánsia especulativa. Unamos nuestros deseos y expresemos nuestra firme decisión de proteger todo aquello que signifique cultura e identificación con nuestras raíces.
*Este escrito es parte del libro “Historia del Municipio de San Lorenzo: Recuperando la Memoria Histórica”. Presenta cambios con respecto al original.
[1] Ibídem. Cristóbal de San Clemente. Nº 733, fs. 6v-9v.
[2] Ibídem. Nº 740, f. 72r; García Ortíz Nº 852, fs. 269r-270v.
[3] Ibídem. Cristóbal de San Clemente. Nº 740, fs. 10r; Nº 741, fs. 670v-671v.
[4] Ibídem. Nº 735, fs. 597r-598r; 657v-658v.
[5] Ibídem. Nº 736, fs. 143v; 272v.
[6] Ibídem. Nº 741, fs. 277v-278r.
[7] A.H.P.L.P. Audiencia Nº 1.686.
[8] Ibídem. Francisco de Moya. Nº 1.202, fs. 77v-79r.
[9] Ibídem. Andrés Rosales. Nº 961, fs. 130v-131v; 172r.
[10] Ibídem. Francisco Ortega. Nº 1.404, fs. 266, 268r-272r.
[11] Ibídem. Melchor Gumiel de Narváez. Nº 1.375, fs. 19v-23v.
[12] A.H.P.L.P. Melchor Gumiel de Narváez. Nº 1.387, fs. 384v-387r.
[13] CASTILLO, P. A. del.: Descripción histórica y geográfica de las Islas Canarias. Las Palmas.
[14] A.P.S.L. Imposiciones y otros documentos. fs. 206 y ss.
[15] A.H.P.L.P. Audiencia. Libro de Gobierno Nº 2, leg. 28, f. 34.
[16] A.P.S.L. Mandatos, Circulares, ... del siglo XVII al XIX. Documentos sueltos I. s.f.
[17] Ibídem.
[18] Ibídem. Francisco de Moya. Nº 1.196, fs. 406v-409r.
[19] A.P.S.L. Libro de Fábrica Nº 1, fs. 44r-46r.
[20] DÁVILA Y CÁRDENAS, P. M.: Constituciones y nuevas addiciones synodales del Obispado de CanariasMadrid. 1737, pp. 493.494.
[21] MILLARES TORRES, A.: Biografías de Canarios Célebres. Santa Cruz de Tenerife. 1982.
[22] A.H.P.L.P. Conventos. Leg. 38 - 1, nº 33.
[23] A.P.S.L. Libro de Fábrica. Nº 2, f. 4v.
[24] Ibídem. Nº 1, fs. 108v-109r.
[25] A.H.P.L.P. Manuel Román Falcón. Nº 1.814, fs. 215v-216r.
[26] Ibídem. Amillaramientos. Solicitudes de rústica y urbana: 1915 a 1924/1925. s.f.
[27] Ibídem. Amillaramientos. Solicitudes de rústicas: 1.928 - 1.933. Doc. 45, 46 y 47. s.f.
[28] A.P.S.L. Cuentas de Fábrica. Nº 1, s.f.
[29] HERNÁNDEZ. P.: Notas históricas de la Parroquia de San Lorenzo. p. 25, 1.934. Inédita.
[30] A.H.P.L.P. Gobierno Civil. Octubre de 1.937.
Desde comienzos del siglo XVI, bastante antes del año 1516, ya se conocía el lugar de Los Granadillares, en donde tenían tierras, entre otros, Juan de Ariñez, Alvaro de Zorita, Pedro de Santiago[1], Cristóbal García de Cazalla, Alonso López, Francisco de Torres, Juan Gozón, García de Vergara y Luis Jiménez.[2]
Las tierras de Los Granadillares eran todas de sembradura, según podemos observar en bastantes documentos del citado siglo[3]. En el año 1522 la zona de Los Granadillares lindaba con las tierras de Fernando de Bachicao y con los herederos de Juan de Siverio.
En el mismo año varios vecinos de la Isla pactaban con los labradores, que una vez se recogiera el trigo había que cobrarlo cuando se hubiera puesto en las eras de Los Granadillares de Tamarazayte.[4]
También es en aquella fecha cuando se habla de las “...tierras de Siverio que llaman Los Granadillares”, utilizándose a medianeros y criados para que sembraran y se encargaran de todo lo concerniente a la actividad agrícola. Estos criados arrendaban a su vez otras tierras para su beneficio personal y así Pedro Báez, criado de Juan de Siverio, arrendó doce fanegadas de sequero que pertenecían a Luis Jiménez, en Los Granadillares, y se pactaba el camino que debía seguir: "...deberá tomar un camino que va de las tierras de Francisco Borrero a las de Juan Civerio, a la izquierda del Camino Real.”[5]
La cantidad de grano que se sacaba de aquellas tierras tuvo que ser muy importante, ya que desde antes del año 1533 en este Lugar había una silería(conjunto de silos para guardar el grano). Entre los propietarios de los silos estaba Luis Jiménez, que le vende el suyo a Fernando Sayago por una onza de oro[6], Antón de Serpa y Juan Carrasco, pero el mayor lote era el de Civerio, que luego pasaría a su hijo Bernardino de Lezcano, y consistía en algo más de 350 fanegadas de tierra de sequero.[7]
La importancia económica del lugar hace que se asienten varias familias que entraran al servicio de los propietarios de las tierras como medianeros. Así el 26 de abril del año 1649 el Capitán D. Antonio Truxillo de Vergara, Familiar del Santo Oficio, arrendaba unas trece fanegadas de tierras de pan sembrar que tenía en el Granadillar y término del Lugarejo, a Juan de la Nuez, vecino de Teror, que lindaban por la parte de arriba con tierras del arrendatario y por abajo otras tierras que tenía arrendadas a un vecino de San Gregorio, por otro lado tenía tierras que habían pertenecido a su suegro, D. Fernando Suárez de Figueroa, y que a su vez estaban arrendadas a Luis Sánchez por nueve años; el pago por el arrendamiento era de seis fanegadas anuales de trigo limpias de polvo, pajas y malas semillas puestas en su granero.[8]
No sólo los vecinos de los alrededores poseían tierras en este lugar, prueba de ello es que en el año 1634, D. Fernando Suárez de Figueroa, vecino de Guía, tenía una hacienda con sus correspondientes cien fanegadas “de pan sembrar”.[9]
En el año 1677 se nombra en varios documentos la Montaña de Muñoz en Los Granadillales y sus cultivos de trigo.[10]
En el año 1667 D. Alonso Olivares Lezcano y su esposa Dª. Luisa Antonia Trujillo Suárez, hablan de sus tierras de "San Gregorio, Cortijo de los Granadillares", en donde arriendan unas tierras, a varios vecinos de San Lorenzo, que constaban de 56 fanegadas dedicadas a trigo, tres a cebada y seis barcinas de paja, con la condición de que le fuera permitida la entrada y salida de su ganado de ovejas y “...otros cualesquiera para la majada que tengo donde llaman La Montaña”, que lindaban con el Barranco de Tamaraceite, a dar a la Pileta por la parte de abajo(este topónimo se conserva hoy en día, con la variación de aparecer en plural: Piletas). En el mencionado Cortijo, D. Alonso Olivares también tenía su casa, en la que residía por temporadas, pues normalmente vivía en la Ciudad.[11] Por ello en el año 1680 el Capitán y Sargento Mayor D. Alonso Olivares Lezcano y Castillo hablaba de su Cortijo de San Gregorio, en donde se encontraban sus medianeros, haciendo alusión a las personas de los alrededores que trabajaban en sus grandes extensiones de tierras.[12]
En el siglo XVIII, hacia la década de los años treinta, se nos decía que los terrenos de la jurisdicción de San Lorenzo solían tener buenas sementeras de trigo y millo[13], debido a ello las ventas de trigo se solían hacer a los vecinos de la Capital.[14] A comienzos del siglo citado, concretamente en el año 1709, hubo una urgente necesidad de granos en la Isla, por lo que se ordenó el cierre de todos los puertos y caletas, a excepción del Puerto de La Luz y el Confital. Se mandaba a los diferentes alcaldes de los pueblos a que hicieran cumplir lo acordado y a que tomaran juramento a los vecinos de la cantidad de granos que tuvieren, si no lo hacían se les decomisaría y se le daría la mitad a la persona que les denunciara.
En aquel momento en cada Lugar existía alguien que ejercía la labor de vigilancia, generalmente un Regidor, se nombraba a todos los Lugares que tenían una urgente necesidad de granos: Guía, Gáldar, Agaete, Arucas y Firgas, Moya y la Costa de Lairaga, Teror, Telde y La Vega, pero no se nombraba a San Lorenzo, debido a que era una zona rica en este tipo de cultivo.[15]
Evidentemente las hambrunas hicieron que las prohibiciones de extraer granos de la Isla continuaran, y así el 24 de mayo del año 1800 el Obispo D. Manuel Verdugo condenaba los “tiránicos precios del grano” y a él se unía el Comandante General, que prohibía extraer de la Isla, bajo penas de prisión y 100 ducados de multa, cualquier cantidad de trigo, millo y cebada.[16] Dos meses después el Obispo citado mandó una carta a los pueblos de Arucas, Teror, Moya y San Lorenzo denunciando los abusos de los precios del grano, debido a que abundaban las familias pobres, “viendo que de una regular cosecha aun en tiempo de recolección de frutos se ha vendido y se vende el trigo descaradamente por los pueblos y sus calles a 10 y 12 reales de plata la fanega, la cebada a 4 y 5, enriqueciendo injustamente a los vendedores, destruyendo y haciendo perecer a los consumidores, cuyos haberes no alcanzan para comprarlos. Por ello se manda, que desde el 23 de junio de 1800 hasta finales del año 1801, que ninguna persona pueda comprar ni vender sino a los precios marcados: la fanega de trigo, a dinero de contado o a fiado, no exceda de 80 reales de vellón de Castilla, el millo a 68, el centeno a 50, cebada a 40 y las papas a 34 reales. De cuyos precios no se puede pasar ni bajar so pena de perder la mercancía más 3.000 maravedís por cada fanega. Además que ninguno oculte, esconda o deje de vender dichos productos habiendo quien los quiera comprar, con un Regidor o Diputado impartiendo el auxilio competente, registrando si es preciso graneros o cualquier otro sitio, y dejando lo necesario para su labor, alimento y sementera, haciendo que se venda el sobrante, so pena de 2.000 maravedís si no lo hiciera por cada fanega que dejara de vender”.[17]
Después de esta serie de datos económicos entraremos en el tema específico de la Ermita de San Gregorio y podremos ver como ya desde el año 1630 se cita el topónimo "Barranquillo de San Gregorio”, siendo este dato fundamental,[18] pues si en el caso del Lugarejo de San Lorenzo comenzó a ser conocido con el nombre del Santo desde los primeros momentos en que se construyó su ermita, lo mismo sucedería con la ermita de San Gregorio, por lo que antes de la citada fecha ya estaría construida.
La gente que se había asentado en Los Granadillares tenía muy lejos la ciudad de Las Palmas, Arucas, o la Ermita de Tenoya para acudir en busca de sus necesidades espirituales. Por ello tuvieron su ermita en las tierras de D. Alonso Olivares Lezcano y su esposa Dª. Luisa Antonia Trujillo Suárez, siendo posiblemente éstos quienes la mandaran a construir, alejada de los caminos más transitados y en lo alto de su montaña.
Con ocasión de la visita del obispo D. Pedro Manuel Dávila y Cárdenas en el año 1732, se le comunica al Alférez Mayor de la Isla, D. Pedro Agustín del Castillo, como dueño de la Ermita de San Gregorio, que aquella se encontraba en muy mal estado e “indecente”, por lo que se le ordenaba repararla en el plazo de cuatro meses.[19]
En el año 1737 seguía en el mismo estado de indecencia y abandono, lo que daba a demostrar que sus propietarios poco caso le hacían a la pequeña Ermita.[20]
El propietario D. Pedro Agustín del Castillo, nació en Las Palmas el día 28 de abril de 1669. El 30 de octubre de 1700 recibió el título de Alférez Mayor de la Isla, y se esmeró en sostener y aumentar las defensas de la ciudad de Las Palmas, construyendo baterías y fortalezas, pero lo que le ha catapultado a la fama intemporal es ser el autor de la "Descripción histórica y geográfica de las Islas de Canaria”, obra de imprescindible consulta, concluida en el año 1738.[21]
En las Sinodales, del último Obispo citado, del año 1737, se puede leer: " ... San Lorenzo tiene cuatro ermitas en su territorio, y a las dos las llaman así por tener campana y puerta a la calle, que son la de San Gregorio en su término ...”.
A fines del siglo XVIII era dueño del Cortijo de San Gregorio el Conde de la Vega Grande, D. Fernando Del Castillo Ruiz de Vergara, hijo y heredero del citado D. Pedro Agustín.[22] En su ermita, D. Fernando no invertía gran cosa, pues la tenía totalmente descuidada y con ocasión de la visita del obispo D. Juan Bautista Cervera, realizada el 14 de octubre de 1770, no se encontró en ella nada que pudiera servir para el culto.
La explicación que se dio fue que en la Ermita sólo se celebraba culto en el día de San Gregorio, y para esa ocasión se llevaba todo lo necesario desde la Ciudad.[23]
En el mismo año el altar no tenía manteles ni ara para decir la misa y sólo se encontró un cuadro muy “indecente”, por lo que el visitador mandado por el Obispo, ordenó que se le sacara de la Ermita.
El edificio presentaba graves desperfectos en el tejado, por lo que se mandó que se tejase lo que se encontraba en mal estado. La única persona que se personó en el Lugar fue el Mayordomo de la Ermita, el cual tenía la llave en su poder y aseguró que el único día en que se decía misa era en el día de San Gregorio.[24]
El seis de mayo de 1790, José González, vecino de San Lorenzo, daba poder a los procuradores para que le ayudaran y defendieran por las denuncias que tenía presentadas contra varios vecinos de dicho Lugar, por haber estado introduciendo ganado en el Cortijo de San Gregorio, propiedad de D. Francisco Del Castillo, que tenía a su cargo[25]. Es evidente que los vecinos de los alrededores que poseían ganado se introducían en aquellas fértiles tierras para poder pastar.
El abandono que sufrió la Ermita de San Gregorio a lo largo del siglo XVIII es patente en todos los documentos de aquella centuria, lo que va a ser el desencadenante que la Ermita pierda su condición, debido al abandono y a la apatía de la familia Del Castillo, que no se preocuparon lo más mínimo en su conservación, aunque en las visitas de Obispos y Visitadores siempre se les exhortó a que reparasen las carencias y desperfectos.
El día 22 de junio de 1876, por una partición de bienes, se adjudicó el “Cortijo de San Gregorio y los Granadillares” D. Adan del Castillo y Westerling que era casado con Dª. María de los Dolores Manrique de Lara y Bravo de Laguna, limitaba al norte con el Barranquillo de Piletas, en el Peñón Rajado, y siguiendo una línea recta se llegaba a la pared antigua conocida con el nombre de “Pared Canaria”(se trataba de los restos de una construcción aborigen, lo que demuestra una vez más el poblamiento prehispánico del lugar) que separaba la finca de las tierras que habían sido del Deán Roo y de D. Juan Ponce Guerra, y en dicha fecha pertenecían a la familia Montesdeoca. Al sur comenzaba en el Barranquillo de la Cagarruta y comprendía, además de las tierras, de casas y cuevas para el colono y para el pastor, un pajar y otras dependencias de labranza, completándose con dos estanques, uno de cueva y otro de barrial.
En un documento del año 1919 se habla de que en esta zona y contigua a San Gregorio estaba la “Suerte del Granadillar o también llamada de Timbombo”, que lindaba al naciente y sur con el Barranco del Acebuchal y los terrenos que habían sido del Conde de la Vega Grande, y que por aquellos momentos pertenecían a D. Adán del Castillo y Westerling, y al poniente con las tierras de D. Francisco Guerra, haciéndolo hacia el sur con tierras del mencionado D. Adán. Esta finca medía quince fanegadas y cuatro celemines y pertenecía a Dª. María de Jesús de la Rocha y Casabuena, que la vendió a D. Agustín Rodríguez Ponce, en el año 1916.[26]
Volviendo a la finca de San Gregorio, su dueño D. Adán del Castillo murió el 23 de julio de 1930 y dejó como herederos a: Dª. Luisa, Dª. Elvira, D. Enrique y D. Sixto del Castillo y Manrique de Lara.[27]
De las Cuentas de Fábrica de San Lorenzo del período comprendido entre 1879 y 1881, se puede entresacar que en la jurisdicción de San Lorenzo sólo habían dos ermitas: la de Tenoya y la de Tamaraceite, aunque las otras ermitas de antaño siguieran unas en el abandono y otras cerradas.[28]
La última noticia de la ermita es del año 1934, textualmente se nos dice: “ ... da pena que una ermita de tan antigua historia esté hoy destinada a otros menesteres que a aquél para el que fue edificada por la Casa del Castillo.”[29]
Por aquellos años el Cortijo de San Gregorio estaba plantado de plataneras y otros árboles frutales que seguían cultivando los medianeros.[30]
Como se puede apreciar, de ermita sólo le quedaba el nombre, ya que seguramente estaría haciendo función de granero o almacén.
Hoy en día, en aquel paraje solitario sólo podemos apreciar los restos de sus cimientos, ya que hace unos años fue desmontada por los propietarios*.
Es evidente que este escrito se hizo hace tiempo porque en aquel maravilloso y tranquilo lugar, aquel entorno que nos acercaba al cielo, ya nada es igual y el cemento aflora por doquier. El interesantísimo conjunto del poblado aborige y los vestigios etnográficos e históricos corren un grave peligro de desaparecer. Este enclave es interesante desde muchos puntos de vista pero creo que fue una zona en la que los canarios y los pobladores que llegaron desde más allá de los mares tuvieron los primeros contactos, compartiendo un mismo espacio, dando muestras que dos culturas tan diferentes podían darse la mano, aunque una de ellas apretara demasiado.
El presente escrito, además de aportar luz sobre la historia de la ermita y del lugar, sobre sus pobladores, los señores del suelo, sobre su toponimia, fundamentalmente pretende alertar de que uno de nuestros símbolos nos puede ser arrebatado por las palas de los tractores y de la imparable ánsia especulativa. Unamos nuestros deseos y expresemos nuestra firme decisión de proteger todo aquello que signifique cultura e identificación con nuestras raíces.
Juan Francisco Santana Domínguez
*Este escrito es parte del libro “Historia del Municipio de San Lorenzo: Recuperando la Memoria Histórica”. Presenta cambios con respecto al original.
[1] Ibídem. Cristóbal de San Clemente. Nº 733, fs. 6v-9v.
[2] Ibídem. Nº 740, f. 72r; García Ortíz Nº 852, fs. 269r-270v.
[3] Ibídem. Cristóbal de San Clemente. Nº 740, fs. 10r; Nº 741, fs. 670v-671v.
[4] Ibídem. Nº 735, fs. 597r-598r; 657v-658v.
[5] Ibídem. Nº 736, fs. 143v; 272v.
[6] Ibídem. Nº 741, fs. 277v-278r.
[7] A.H.P.L.P. Audiencia Nº 1.686.
[8] Ibídem. Francisco de Moya. Nº 1.202, fs. 77v-79r.
[9] Ibídem. Andrés Rosales. Nº 961, fs. 130v-131v; 172r.
[10] Ibídem. Francisco Ortega. Nº 1.404, fs. 266, 268r-272r.
[11] Ibídem. Melchor Gumiel de Narváez. Nº 1.375, fs. 19v-23v.
[12] A.H.P.L.P. Melchor Gumiel de Narváez. Nº 1.387, fs. 384v-387r.
[13] CASTILLO, P. A. del.: Descripción histórica y geográfica de las Islas Canarias. Las Palmas.
[14] A.P.S.L. Imposiciones y otros documentos. fs. 206 y ss.
[15] A.H.P.L.P. Audiencia. Libro de Gobierno Nº 2, leg. 28, f. 34.
[16] A.P.S.L. Mandatos, Circulares, ... del siglo XVII al XIX. Documentos sueltos I. s.f.
[17] Ibídem.
[18] Ibídem. Francisco de Moya. Nº 1.196, fs. 406v-409r.
[19] A.P.S.L. Libro de Fábrica Nº 1, fs. 44r-46r.
[20] DÁVILA Y CÁRDENAS, P. M.: Constituciones y nuevas addiciones synodales del Obispado de CanariasMadrid. 1737, pp. 493.494.
[21] MILLARES TORRES, A.: Biografías de Canarios Célebres. Santa Cruz de Tenerife. 1982.
[22] A.H.P.L.P. Conventos. Leg. 38 - 1, nº 33.
[23] A.P.S.L. Libro de Fábrica. Nº 2, f. 4v.
[24] Ibídem. Nº 1, fs. 108v-109r.
[25] A.H.P.L.P. Manuel Román Falcón. Nº 1.814, fs. 215v-216r.
[26] Ibídem. Amillaramientos. Solicitudes de rústica y urbana: 1915 a 1924/1925. s.f.
[27] Ibídem. Amillaramientos. Solicitudes de rústicas: 1.928 - 1.933. Doc. 45, 46 y 47. s.f.
[28] A.P.S.L. Cuentas de Fábrica. Nº 1, s.f.
[29] HERNÁNDEZ. P.: Notas históricas de la Parroquia de San Lorenzo. p. 25, 1.934. Inédita.
[30] A.H.P.L.P. Gobierno Civil. Octubre de 1.937.