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Cuando en el año 1506 Ortiz de Zárate decide modificar los repartimientos hechos por Pedro de Vera, se inició en la Isla la creación de las Heredades de riego, distribuyendo aquella inicial riqueza acuífera teniendo en cuenta la cantidad de tierras de los poseedores del suelo. Aquellos primeros conquistadores se hicieron, como en toda la Isla, con los mejores manantiales de agua de la zona, y su gran riqueza posterior se fundamentó en las cuantiosas fortunas generadas por su explotación y dominio.

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Estanque de barrrial cercano a La Mayordomía, en Tamaraceite. Inicios del siglo XX.
La fotografía pertenece a la colección de D. José Ramón González Reyes.

 

La riqueza en agua de los diferentes barrancos del entorno de lo que otrora fuera el cantón de Atamarasaid y luego la jurisdicción del Municipio de San Lorenzo fue algo muy significativo para la economía de la zona. Se tenían fuentes y manantiales desde el Barranco del Dragonal y Fuente de Morales hasta el Barranco de Tenoya y sus pagos colindantes. En Tenoya y sus alrededores esta riqueza acuífera se debía fundamentalmente a la existencia de varios manantiales, que se encontraban desde la zona del Valle de Tenoya hasta su desembocadura. Varias son las fuentes de agua que se mencionan a lo largo del tiempo, que desgraciadamente han ido desapareciendo debido a las perforaciones de pozos que se han llevado a cabo en el entorno. Por citar algunos manantiales, baste como ejemplos, la Fuente que se encontraba bajo las cuevas de Risco Quio, cerca de Casa Ayala, o la Fuente del Barranquillo de la “Casa de Aiala”, que bien pudiera tratarse de la misma; y ya un poco más alejada, barranco adentro, la de la Sisma.

 


Además de la riqueza en agua del Barranco de Lezcano, que es como se conoce el Barranco de Tenoya en la zona de El Toscón, se nombraba con frecuencia, en la centuria del setecientos, la Fuente del Toscón: “...camino que va a la Fuente del Barranquillo” o “...linda arriba con el camino de la Fuente del Toscón”, con lo que a los vecinos de aquella zona nunca les faltó el preciado líquido. El número de fuentes en todo este barranco fue bastante importante, como hemos podido ver. No podemos olvidarnos de hacer alusión al Barranco del Acebuchal y Laureral, así como a sus Heredamientos de Agua y sus diversos manantiales. También el Heredamiento de Román o el de la Fuente del Sao, en Rugayo, que ofrecía un agua dulce, de sabor exquisito.

 

Para regar los cultivos que se daban en la jurisdicción de San Lorenzo, hacia mediados del siglo XIX, se disponía de los ya mencionados dos heredamientos de aguas: el del Dragonal que daba cuatro azadas de agua diarias y el de Tenoya que también daba cuatro azadas “de hilo” (poca agua) sólo por la noche, siendo 500 las fanegas de tierra de riego y 2.000 las de secano. A modo de comparación en Firgas se disponía de 660 y 480 fanegas respectivamente y en Arucas 3.052 y 1.030, de lo que podemos entresacar que la superficie de secano era muy superior en San Lorenzo, siendo ampliamente superado en las de regadío.

 

Y es que conforme avanza el tiempo la Jurisdicción de San Lorenzo ve disminuir su riqueza de aguas, abundante en los siglos XV al XVII, y así en los años finales del siglo XVIII y comienzos del XIX se nos decía: “...uno de los mayores inconvenientes para conseguir un desarrollo agrícola es la escasez de agua, aunque se podría remediar esta necesidad abriendo minas”. Quedaban atrás las numerosas alusiones al río de Tenoya, a lo largo del tiempo, que eran fiel reflejo de la abundante cantidad de agua que llevaba aquel Barranco Real a lo largo de los siglos XVII al XIX.

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Muros de estanque, que se ha rellenado de tierra, en El Cardón.
Fotografía del autor del trabajo

En el año 1862 aparecía otro significativo aviso al respecto, animando a: “...la construcción de estanques en los terrenos bajos, capaces de salvar las cosechas de maíz, al menos en la primera plantación de este grano, y las leguminosas y tuberosas en los meses de marzo, abril y mayo. Después de haber bebido esos terrenos de Tamaraceite y desiertos hoy sobre Santa Catalina, podrían con el auxilio de grandes y pequeños depósitos, en las heredades particulares, proveer de dos cosechas al año. Volvamos nuestra vista en nuestro propio suelo a esos terrenos del distrito de San Lorenzo, puramente de secano y sin una fuente perenne, y ellos nos enseñan el prodigioso efecto de los depósitos de agua invernosa que sufraga a las dos cosechas periódicas de cereales y tuberosas, debidas a esa industria particular de los estanques en forma de lagunas que proveen a la agricultura de aquel país de frutos, verduras y árboles, y sus colonos conducen las aguas de los barrancos por medio de brazales o tomaderos, y nuestros contornos hasta Guanarteme, con raras excepciones, permanecen incultos cuando desde el Barranco por el Dragonal viene una acequia de poca capacidad que conduce aguas de aquel Heredamiento, y esa misma acequia indica el camino por donde puede y debe abrirse por asociación una más ancha, junto a aquella o separada, que con sus compuertas graduadas darían fácil entrada y paso a las aguas al Distrito de San Lorenzo, a Tamaraceite, a las Rehoyas y Llanos sobre Santa Catalina, donde hay preciosa tierra de trabajo e impediría la ruinosa emigración”.

 

No se dejaron de abrir galerías y pozos para paliar aquel grave problema y como consecuencia de ello en el año 1936 hay varias solicitudes en tal sentido, y así la familia Ruiz, de Costa Ayala, pedía permiso para realizar trabajos en una galería de un pozo de su propiedad; también se solicitaban permisos para abrir galerías para dos pozos en la zona de Mascuervo; otro en Costa Ayala, concretamente en Hediondo; y otros dos en Umbría. Las presas también se construyeron, como forma de almacenar el agua de los años ricos en lluvias o para aprovechar las que pudieran traer los barrancos, así pidió permiso D. Juan Verdugo Acedo para construir una en el Barranco del Pintor, o en el caso de D. Juan Hernández Ramos, ingeniero agrónomo y vecino de Las Palmas, que como Presidente de la Comunidad de Propietarios y Regantes del Valle de Tenoya pedía un permiso para realizar trabajos en la Presa de Lezcano.

 

A pesar de todo ello el problema del agua continuó y en el año 1937 hacen un escrito 21 propietarios y agricultores de San Lorenzo, dirigido al Gobierno Civil, quejándose de la situación y aduciendo que siendo aquel año uno de los mejores y como consecuencia de ello estaban los embalses y estanques llenos de agua, a pesar de ello no tenían suficiente para poder atender sus cultivos, y como en años anteriores tendrían que adquirir el apreciado elemento a precios muy elevados, a los que la producción no podía responder. Debido a ello y con el fin de mantener “...aunque con ruina la agricultura de este Pueblo, único sostén de los que firman”, pedían que se obligara a los dueños de las presas y heredades a que vendieran el agua, para evitar la ruina, a los precios acordados desde años anteriores.

 

Evidentemente los dueños de las aguas no querían venderla por no convenirles la tasa de venta impuesta. Para el día 26 de febrero de 1937 se citaba a: D. Miguel Medina Nebot, D. Antonio González Cabrera y D. Francisco Penichet como representantes de los propietarios y agricultores y a: D. Eduardo Rodríguez Couto, D. Tomás Doreste Marrero y a D. Andrés Hernández como los dueños del agua, para intentar dar una solución al grave problema que se presentaba.

 


Entre las soluciones que se tomaron pudiera estar la de potenciar la creación de sociedades de regantes, que tenían como fin la conducción de las aguas de riego, ejemplo de ello pudiera ser la “Sociedad de Regantes de la Tubería del Sardo” que en boca de su secretario D. Lorenzo Hernández Navarro pedía, el día 14 de marzo de 1939, el permiso pertinente para poder reunirse todos los socios en la escuela de niños de Tamaraceite.

 

Las presas y los estanques, entre la gente del Lugar “tanque”, también son un claro referente en los paisajes del Municipio, sobre todo los “de barrial”. Todavía hoy se pueden ver muchos ejemplos de aquellas construcciones, así como de cantoneras y almatriches y sería interesante que las que quedan se declarasen bienes de interés etnográfico como claros referentes de nuestro pasado agrícola.

 

Este trabajo es simplemente un pequeño acercamiento al tema del agua ya que por ejemplo cualquier Heredad, la de Tenoya, el Dragonal, Laurelar y Acebuchal, entre otros, pudieran ser por sí solas un monográfico sobre la cuestión.

Juan Francisco Santana Domínguez
Doctor en Historia

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