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¡Muchísimas gracias San Lorenzo! Desde lo más profundo de mis sentimientos, de mi corazón, le agradezco a la Jurisdicción, al Pueblo de San Lorenzo, a la Asociación de Vecinos del Lugar del Lugarejo y a su Presidente D. Santos López Cruz, a la Comisión de Fiestas y a su Presidenta, Dª Ana Jesús Jiménez, y por qué no, al Municipio de San Lorenzo, la distinción de la que he sido objeto, acogiéndome con mucho cariño, valorando un trabajo que siempre llevé a cabo con amor pero con rigor histórico; sin ningún tipo de interés, simplemente por el hecho de que todo historiador trabaja, es decir, sacar a la luz la verdad; por reivindicar a aquellos hombres y mujeres que lucharon contra la opresión, el miedo, la represión brutal, los fusilamientos injustos; porque siempre pensé que el apego y el sentimiento de pertenencia son consecuencia del conocimiento y no del juego del engaño y del interés.

Desde que comencé a ver lo que se había hecho con nuestro Pueblo consideré una obligación seguir investigando y aportando todo lo que estuviera en mi mano, y en los documentos, al servicio de la comunidad. El desconocimiento histórico ha hecho que la población no se manifieste, no actúe y todo ello, no podemos olvidarlo, es algo trabajado, intensamente e interesadamente, por los representante políticos de la Capital. Su objetivo fue el olvido impuesto, por el interés de que nuestro pasado no fuera devuelto al Pueblo, para así evitar las reivindicaciones justas y legales que siempre nos ampararon. Han pasado sesenta y ocho años y 212 días de aquel atropello pero no lo hemos olvidado y sí que estamos convencidos de lo que debemos hacer, siempre bajo la legalidad y el razonamiento lógico y no con las presiones, que ya se intentan poner en práctica. Me niego a ceder en mis principios, a pesar de los intentos avasalladores ante los que algunos ya han cedido. No podemos permitir que una militancia mal entendida, que unas obras en determinados barrios y Asociaciones de Vecinos, los dividendos asignados a las fiestas, nos hagan callar y apoyar la no verdad y el ocultamiento, como hasta ahora se ha hecho. Esa serie de circunstancias no nos debe obligar a ser serviles, a no tener opinión, a no ser reivindicativos. No podemos permitir que se nos doblegue a cambio de algo que nos pertenece por ley, porque también todas y todos pagamos los impuestos al igual que el resto de ciudadanos. No podemos permitir que se nos engañe con falsas promesas, con falsos mensajes llenos de ambigüedad y sí que debemos sentirnos orgullosos de una lucha desigual pero la que está amparada por el rigor, la verdad histórica, la fuerza de la justicia y la legalidad.

Era muy difícil imaginar, hace tan sólo unos meses, que al evento de la elección de la Reina de las Fiestas de San Lorenzo pudieran presentarse jóvenes de Casa Ayala, Costa Ayala, Schamann o Guanarteme, por poner un ejemplo. También era inimaginable que en el Programa de Fiestas se recordara la grandeza de San Lorenzo, haciendo alusión a todos los pueblos que son de su jurisdicción. Se ha hecho mucho desde hace cuatro años y sobre todo, ver como el miedo ha ido desapareciendo, ya no es el fiel compañero, que de forma obligada, nos apretaba la mano cuando queríamos expresarnos.

He hecho este trabajo, a lo largo de tantos años, porque creo que es mi deber y mi responsabilidad, por el conocimiento y la búsqueda apasionante que me ha supuesto una investigación que ha dado como consecuencia un resurgir de ideales, verdades, legalidades, pasiones que habían sido silenciadas por el interés y la especulación, por unas falsas  políticas que vulneraron todos los derechos que amparaban a una población soberana. Hoy el Municipio de San Lorenzo sólo se encuentra en nuestros corazones, pero es una realidad que nunca tuvo que dejar de serlo porque las ilegalidades, los intereses mezquinos, los deseos caciquiles de crecer a costa del vecino, sin ningún tipo de remordimiento, usando la fuerza de las armas, el poder político corrupto, injusto  e interesado, fue impuesto sin ningún tipo de reparo pero sin darse cuenta de que todo aquello que hicieron fue una chapuza, un atentado contra la libertad y la ley, y por fin todo se ha destapado. ¡La mentira no puede hacerse eterna!

Ahora es el momento de que todas y todos mostremos nuestro deseo y nuestro derecho a reivindicar justicia y democracia. Un señor de San Lorenzo, de 82 años de edad, me fue presentado y me decía: “Yo no veré de nuevo mi Ayuntamiento pero mis hijos y nietos sí lo verán”. Le contesté, emocionado, ¡sí, lo verá!. Continuaba el buen hombre: “No me importaría verlo y luego morirme”. Esta manifestación ya la he escuchado muchas veces y desgraciadamente, en algún caso, no han podido ver hecho realidad lo que tanto deseaban. Mi intención era agradecer el nombramiento de Pregonero de Honor de las Fiestas de San Lorenzo y también decirles que en el documento que se me entregó, bellamente enmarcado, como reconocimiento a mi humilde aportación, se podía leer:  “…por su magnífica labor de recuperar la Historia del Municipio de San Lorenzo, y su difusión, a partir del año 2004, como Pregonero de Nuestras Fiestas, en libros, conferencias, pregones y coloquios por todos los lugares pertenecientes al Municipio de San Lorenzo”. Se trata de una manifestación clara y contundente de pertenencia, que hace que me sienta orgulloso y tremendamente agradecido. Quiero terminar este escrito con una sencilla historieta, un sencillo cuento, de aquellos que me contaba mi, tierna y siempre recordada, bisabuela.

Había una vez un señor poderoso que presenció como un humilde vecino, después de su larga jornada de trabajo, se dedicaba a levantar una hermosa casa que diera cobijo a su humilde familia. Logró terminarla, con miles de sacrificios, pero el señor poderoso le dijo que con aquella hermosa casa él pretendía aumentar su patrimonio, por lo que se quedaba con ella. De forma lógica el vecino, que tenía la razón, se armó de valor y dijo que no, que aquella casita era suya e intentó cerrar la puerta. La familia asustada, temerosa, vio como el señor poderoso se rodeaba de otros señores poderosos, que tenían armas, que apaleaban al pobre vecino, al dueño legal de la casa, pero sus asustados y llorosos moradores fueron desalojados, a la fuerza.

Al irse, el señor poderoso, rodeado de aquellas fuerzas que le acompañaban, gritó a todos los vecinos: “Qué nadie ose levantar una sola voz, esto es mío y me lo quedo”. Aquel vecindario conoció aquella triste historia, pero les estaba prohibido hablar de aquellos hechos y el paso del tiempo hizo que se fueran olvidando.

El señor poderoso pensó que la mejor solución era llevar a aquella zona  gente nueva para poblarla, que no conocieran aquellos hechos, y así se fue olvidando, más y más, aquella injusticia. El propósito del señor poderoso salió triunfante y todo se acalló con violencia, la fuerza y la estrategia de los nuevos vecinos, que no eran conscientes del juego interesado de los especuladores del suelo.

Un día llegó un nuevo vecino, que preguntó a un viejecito, por alguna curiosidad del lugar al que, tan ilusionado, llegaba a vivir. El viejecito, superando sus viejos miedos, le contó aquella vieja y triste historia del poderoso y el humilde trabajador. El nuevo vecino quedó muy impresionado y comenzó a investigar y, poco a poco, como ser social que era, fue dando a conocer aquella vieja historia. El vecindario, poco a poco, fue haciéndose consciente de que tenía que desenmascarar aquella mentira y lo logró. Aquel Pueblo fue premiado con una Medalla de Oro, por sacar a la luz la verdad, por recuperar un patrimonio que fue ocultado, por múltiples  intereses. Pero ahí no quedó la cosa y aquel nuevo y solidario vecino logró que aquella hermosa casa fuera devuelta a los descendientes de aquel señor, que había partido sin poder recuperar lo que era suyo. Después de muchos años, más de sesenta y ocho, se logró devolver lo que por ley les pertenecía y lo que tanto le había costado a aquel pobre hombre construir. Su familia hizo una gran fiesta, con fuegos artificiales que aportaron, uno a uno, cada vecino, llenándose la Plaza de algarabía, sonrisas, largamente esperadas. Salieron al balcón de su casa, de aquella que nunca tuvo que dejar de serlo, y saludaron a todo el vecindario, que portaban banderas, de color verde y blanco. La Plaza se convirtió en una manifestación de colorido, se llenó de banderas, de lágrimas de emoción, de saltos, de alegría. ¡Esta es la sencilla historieta que les quería contar!

Juan Francisco Santana Domínguez
Doctor en Historia

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