Rugayo (Es una deformación de Ruiz Gallo) es un topónimo que encontramos en el Barranco de Tamaraceite, a la altura de El Cardón, junto a la zona que ha pertenecido a la Marina, y es muy curioso e interesante un documento, concretamente se trata de un auto que sigue Domingo Galdós, vecino de la Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, contra Felipe Bosa, para que le deje libre un pedazo de tierra “donde nombran Ruiz Gallo o Gaio”, que llevaba a medias en el año 1804. En ese lugar fabricó una noria para proporcionar el riego a la Hacienda, y el mencionado Felipe Bosa, puesto allí por el citado demandante, “abusando de su confianza y lejos de cuidar de árboles y demás plantado, ha permitido que sean comidos por los animales y se ha atrevido a cortar la leña que ha producido en el contiguo terreno de La Abejera y la ha vendido sin mi permiso” por todo ello pedía que dejara libres la tierras, entregando la llave de la casa al nuevo medianero, para que pudiera cuidar los animales, el terreno y la noria. “No sólo se ha negado a abandonarla sino que ha impedido dar de comer a la vaca y becerra que tengo allí y se ha atrevido a plantar un trozo de papas y batatas, y le dije que podía venir a su recolección”. Todo eso sucedía el 1 de octubre del mencionado año.
El Alguacil Real, José Rodríguez, le avisó al demandado, que era vecino de San Lorenzo en Guanarteme. Cuando llegó al lugar Felipe Bosa los terrenos estaban “llenos de altavacales y piedras”. Los árboles fueron plantados por Domingo Galdós y se trataba de: parral, higueras y durazneros. Se preparó el terreno para la siembra de trigo, millo y cebada. Todo aquel litigio hizo que el día 20 de octubre el Capitán a Guerra de la Isla ordenó a Felipe Bosa que abandonara las tierras en el plazo de tres días, apelando por ser pobre y no tener bienes y es por ello que se le deja un pedazo de tierras para que las trabajara a medias y así pudiera subsistir.
Este personaje que demandaba era D. Domingo Galdós de Alcorta, casado con Dª María de la Concepción Medina y Domínguez, abuelos por parte materna del insigne escritor D. Benito Pérez Galdós. La Noria de Rugayo de D. Domingo Galdós sigue ahí, en el abandono, esperando que Patrimonio Histórico o la buena conciencia de algún político se ocupe de ella y la restaure como bien de interés cultural y no suceda como con otros monumentos similares que han ido desapareciendo bajo las palas de los tractores que no distinguen lo que se debe o no conservar. El día 27 de agosto de 1876 Dª. María Galdós de Pérez, viuda de D. Sebastián Pérez Macías, vecina de Las Palmas y madre del insigne escritor, pedía a la Corporación de San Lorenzo que se dejara sin efecto los embargos que tenía sobre sus bienes a causa del débito de la contribución territorial del año 1872 y 1873. Posiblemente el embargo se había hecho debido a la falta de pago por las tierras de Rugayo, antes mencionadas. En aquel año Dª María ya era una anciana de 76 años y, de forma evidente, aquellas tierras de Rugayo le vinieron por herencia de sus padres. Las posesiones de la familia Galdós en Guanarteme fueron muy importantes*.
Al comienzo de este escrito se hace alusión a la Noria de Rugayo, que mandó a construir D. Domingo Galdós de Alcorta. Aún se puede ver en Rugayo, aunque muy deteriorada. Creo que se podía intentar recuperar este interesantísimo bien patrimonial etnográfico. Recuerdo cuando era niño que aquella construcción me llamaba mucho la atención y fueron muchas las ocasiones en las que jugué en sus muros, con evidente peligro, y tener que correr cuando venía Manolito Santana, el guardián de la finca. También viene a mi mente cuando, junto con algún familiar, íbamos a coger agua de la Fuente del Sao, junto al Cuartel de la Marina, teniendo que atravesar la alambrada. Aquella agua era un agua muy dulce y deliciosa. Hace muchísimos años que no hago aquellas caminatas que cuando niños nos gustaban tanto.
*Este pequeño trabajo, con algunas pequeñas variaciones, lo podemos encontrar en el libro “Notas sobre el Municipio San Lorenzo de Tamaraceite: un ejemplo de injusticia histórica”, del mismo autor
El Alguacil Real, José Rodríguez, le avisó al demandado, que era vecino de San Lorenzo en Guanarteme. Cuando llegó al lugar Felipe Bosa los terrenos estaban “llenos de altavacales y piedras”. Los árboles fueron plantados por Domingo Galdós y se trataba de: parral, higueras y durazneros. Se preparó el terreno para la siembra de trigo, millo y cebada. Todo aquel litigio hizo que el día 20 de octubre el Capitán a Guerra de la Isla ordenó a Felipe Bosa que abandonara las tierras en el plazo de tres días, apelando por ser pobre y no tener bienes y es por ello que se le deja un pedazo de tierras para que las trabajara a medias y así pudiera subsistir.
Este personaje que demandaba era D. Domingo Galdós de Alcorta, casado con Dª María de la Concepción Medina y Domínguez, abuelos por parte materna del insigne escritor D. Benito Pérez Galdós. La Noria de Rugayo de D. Domingo Galdós sigue ahí, en el abandono, esperando que Patrimonio Histórico o la buena conciencia de algún político se ocupe de ella y la restaure como bien de interés cultural y no suceda como con otros monumentos similares que han ido desapareciendo bajo las palas de los tractores que no distinguen lo que se debe o no conservar. El día 27 de agosto de 1876 Dª. María Galdós de Pérez, viuda de D. Sebastián Pérez Macías, vecina de Las Palmas y madre del insigne escritor, pedía a la Corporación de San Lorenzo que se dejara sin efecto los embargos que tenía sobre sus bienes a causa del débito de la contribución territorial del año 1872 y 1873. Posiblemente el embargo se había hecho debido a la falta de pago por las tierras de Rugayo, antes mencionadas. En aquel año Dª María ya era una anciana de 76 años y, de forma evidente, aquellas tierras de Rugayo le vinieron por herencia de sus padres. Las posesiones de la familia Galdós en Guanarteme fueron muy importantes*.
Al comienzo de este escrito se hace alusión a la Noria de Rugayo, que mandó a construir D. Domingo Galdós de Alcorta. Aún se puede ver en Rugayo, aunque muy deteriorada. Creo que se podía intentar recuperar este interesantísimo bien patrimonial etnográfico. Recuerdo cuando era niño que aquella construcción me llamaba mucho la atención y fueron muchas las ocasiones en las que jugué en sus muros, con evidente peligro, y tener que correr cuando venía Manolito Santana, el guardián de la finca. También viene a mi mente cuando, junto con algún familiar, íbamos a coger agua de la Fuente del Sao, junto al Cuartel de la Marina, teniendo que atravesar la alambrada. Aquella agua era un agua muy dulce y deliciosa. Hace muchísimos años que no hago aquellas caminatas que cuando niños nos gustaban tanto.
Juan Francisco Santana Domínguez
Doctor en Historia
Doctor en Historia
*Este pequeño trabajo, con algunas pequeñas variaciones, lo podemos encontrar en el libro “Notas sobre el Municipio San Lorenzo de Tamaraceite: un ejemplo de injusticia histórica”, del mismo autor