Durante más de veinte años he trabajado temas relacionados con el Municipio de San Lorenzo. Actualmente continúo trabajando dicho tema, siendo una de las facetas más curiosas la relacionada con la toponímia. Desde hace un tiempo intento dar sentido al topónimo del Barranco de la Ballena y en los cientos de documentos, mejor dicho miles de documentos trabajados, es bastante escaso el número de ellos que hacen alusión a dicho Barranco, pero alguno sí que se encuentra y basado en todo ello he considerado que debo formular una hipótesis en cuanto a la explicación de ese curioso nombre que recibe el barranco que desemboca en Guanarteme.
Antes que nada se debe hacer mención a la riqueza de aguas que otrora llevaban los barrancos de la zona, aunque hoy en día de aquella realidad nada queda, destacando la pobreza actual del rico elemento. De la importancia de la cantidad de agua que daba el Heredamiento del Dragonal baste reseñar una nota del Boletín del Amigos del País en donde se nos decía, en el año 1868, que “... para llevar a cabo la roturación del Istmo de Guanarteme, o también conocido como la Playa del Carmelita[1], se podían aprovechar las aguas que discurrían perdidas desde el Barranco del Dragonal”.[2] Las mismas aguas que sirvieron para paliar las necesidades de los pobladores de los valles más cercanos.
Con el paso de los años parte de la Jurisdicción de San Lorenzo ve disminuir su riqueza de aguas, tan abundante en los siglos XV al XVII, y así en los años finales del siglo XVIII y comienzos del XIX se nos decía: “...uno de los mayores inconvenientes para conseguir un desarrollo agrícola es la escasez de agua, aunque se podría remediar esta necesidad abriendo minas”.[3]
En el año 1862 aparecía otro significativo aviso al respecto, animando a: “...la construcción de estanques en los terrenos bajos, capaces de salvar las cosechas de maíz, al menos en la primera plantación de este grano, y las leguminosas y tuberosas en los meses de marzo, abril y mayo. Después de haber bebido esos terrenos de Tamaraceite y desiertos hoy sobre Santa Catalina, podrían con el auxilio de grandes y pequeños depósitos, en las heredades particulares, proveer de dos cosechas al año. Volvamos nuestra vista en nuestro propio suelo a esos terrenos del distrito de San Lorenzo, puramente de secano y sin una fuente perenne, y ellos nos enseñan el prodigioso efecto de los depósitos de agua invernosa que sufraga a las dos cosechas periódicas de cereales y tuberosas, debidas a esa industria particular de los estanques en forma de lagunas que proveen a la agricultura de aquel país de frutos, verduras y árboles, y sus colonos conducen las aguas de los barrancos por medio de brazales o tomaderos, y nuestros contornos hasta Guanarteme, con raras excepciones, permanecen incultos cuando desde el Barranco por el Dragonal viene una acequia de poca capacidad que conduce aguas de aquel Heredamiento, y esa misma acequia indica el camino por donde puede y debe abrirse por asociación una más ancha, junto a aquella o separada, que con sus compuertas graduadas darían fácil entrada y paso a las aguas al Distrito de San Lorenzo, a Tamaraceite, a las Rehoyas y Llanos sobre Santa Catalina, donde hay preciosa tierra de trabajo e impediría la ruinosa emigración”.[4]
Ya en el siglo XX vemos que en los primeros años de la década de los veinte es cuando las desembocaduras de los barrancos de Guanarteme y La Ballena, con todas sus prolongaciones, así como la zona de la Playa de Las Canteras, o también conocida en el Municipio de San Lorenzo como la Playa de Tamaraceite, y sus inmediaciones, o lo que es lo mismo, lo que se denominaba genéricamente como Las Arenas, comienzan a urbanizarse rápidamente, haciendo de toda la zona un núcleo importante de población. En aquellos momentos la riqueza en aguas se había perdido desde hacía muchas décadas y sólo quedaba arenal, junto al fenómeno urbanístico que conllevó la emigración de muchos isleños a aquella zona del municipio de San Lorenzo, fundamentalmente se trataba de una población muy humilde ligada al trabajo del Puerto de La Luz.
Con ocasión de la construcción de la autovía se nombraría el topónimo que estamos estudiando y así podemos leer: “la autovía saldría de la explanada del Muelle del Castillo de Santa Catalina, atravesaría la zona de Arenales y cruzaría la carretera que iba del Puerto a Tamaraceite, cerca del Barranquillo de la Ballena y continuaría por la última calle de la Barriada de Guanarteme, pasando su Barranco justo por la trasera de las instalaciones pesqueras adaptándose al anfiteatro del Rincón, pasando justo por delante del Balneario y todo paralelo a la costa, cruzando el Barranco de Tenoya por encima de Tinoca”.[5]
Hay que esperar a la década de los años veinte de este siglo, como ya se ha dicho, para ver como se comienza a poblar la zona de la desembocadura de los Barrancos de Guanarteme y La Ballena, lo que se puede apreciar por los permisos de licencia de construcción, pedidos por diferentes vecinos al Ayuntamiento de San Lorenzo, con una gran alza del número de los mismos hacia el año 1924, lo que prueba que es el momento en que los asentamientos, en aquellos primitivos arenales, se disparan de forma vertiginosa.
Volviendo al tema del agua, otra prueba de la riqueza en aguas de la zona está en que la abundancia de aguas no sólo se constata en los primeros momentos de la conquista, sino que bien avanzado el siglo XVIII, concretamente en el año 1761, se hablaba del “río de Tenoya” en relación a su caudaloso Barranco.[6]
Continuando con la riqueza acuífera, al comienzo del escrito se hizo mención a una hipótesis en cuanto al nombre del Barranco de la Ballena. Dicha hipótesis la baso en que hasta el siglo XIX se hablaba de las aguas que se perdían en el Barranco del Dragonal, también eran importantes, incluso hasta tiempos más recientes, las aguas de diferentes Heredamientos como el del Laurelar y Acebuchal, Román, como prueba de que el preciado elemento fluía desde diversos manantiales. Mi hipótesis se basa en que también el Barranquillo de la Ballena se caracterizaba, a semejanza del mencionado río de Tenoya, en llevar abundante agua en una época, quedando la gente impresionada y hablando entre ellos de aquellas aguas, con manifestaciones como: “La barranquera va llena”, “El barranquillo va lleno” y otras similares. De aquellas manifestaciones y de la riqueza en aguas del Barranco en el pasado ha perdurado hasta nosotros aquel verbo y adjetivo que se sustantivizaron con el paso de los años. La transformación de “Va llena” en “Ballena” fue fruto de la transmisión oral y el error a la hora de escribirlo, posiblemente, de algún notario. No era lógico buscar en un cetáceo el origen del nombre de un barranco que vierte sus aguas a un arenal, alejado del mar. Lo más congruente es buscar la explicación en la ya mencionada riqueza en aguas de aquel barranco, que tanto impresionó, por su caudal, a los vecinos que en otra época atravesaban aquella zona de la Isla.
Juan Francisco Santana DomínguezCon el paso de los años parte de la Jurisdicción de San Lorenzo ve disminuir su riqueza de aguas, tan abundante en los siglos XV al XVII, y así en los años finales del siglo XVIII y comienzos del XIX se nos decía: “...uno de los mayores inconvenientes para conseguir un desarrollo agrícola es la escasez de agua, aunque se podría remediar esta necesidad abriendo minas”.[3]
En el año 1862 aparecía otro significativo aviso al respecto, animando a: “...la construcción de estanques en los terrenos bajos, capaces de salvar las cosechas de maíz, al menos en la primera plantación de este grano, y las leguminosas y tuberosas en los meses de marzo, abril y mayo. Después de haber bebido esos terrenos de Tamaraceite y desiertos hoy sobre Santa Catalina, podrían con el auxilio de grandes y pequeños depósitos, en las heredades particulares, proveer de dos cosechas al año. Volvamos nuestra vista en nuestro propio suelo a esos terrenos del distrito de San Lorenzo, puramente de secano y sin una fuente perenne, y ellos nos enseñan el prodigioso efecto de los depósitos de agua invernosa que sufraga a las dos cosechas periódicas de cereales y tuberosas, debidas a esa industria particular de los estanques en forma de lagunas que proveen a la agricultura de aquel país de frutos, verduras y árboles, y sus colonos conducen las aguas de los barrancos por medio de brazales o tomaderos, y nuestros contornos hasta Guanarteme, con raras excepciones, permanecen incultos cuando desde el Barranco por el Dragonal viene una acequia de poca capacidad que conduce aguas de aquel Heredamiento, y esa misma acequia indica el camino por donde puede y debe abrirse por asociación una más ancha, junto a aquella o separada, que con sus compuertas graduadas darían fácil entrada y paso a las aguas al Distrito de San Lorenzo, a Tamaraceite, a las Rehoyas y Llanos sobre Santa Catalina, donde hay preciosa tierra de trabajo e impediría la ruinosa emigración”.[4]
Ya en el siglo XX vemos que en los primeros años de la década de los veinte es cuando las desembocaduras de los barrancos de Guanarteme y La Ballena, con todas sus prolongaciones, así como la zona de la Playa de Las Canteras, o también conocida en el Municipio de San Lorenzo como la Playa de Tamaraceite, y sus inmediaciones, o lo que es lo mismo, lo que se denominaba genéricamente como Las Arenas, comienzan a urbanizarse rápidamente, haciendo de toda la zona un núcleo importante de población. En aquellos momentos la riqueza en aguas se había perdido desde hacía muchas décadas y sólo quedaba arenal, junto al fenómeno urbanístico que conllevó la emigración de muchos isleños a aquella zona del municipio de San Lorenzo, fundamentalmente se trataba de una población muy humilde ligada al trabajo del Puerto de La Luz.
Con ocasión de la construcción de la autovía se nombraría el topónimo que estamos estudiando y así podemos leer: “la autovía saldría de la explanada del Muelle del Castillo de Santa Catalina, atravesaría la zona de Arenales y cruzaría la carretera que iba del Puerto a Tamaraceite, cerca del Barranquillo de la Ballena y continuaría por la última calle de la Barriada de Guanarteme, pasando su Barranco justo por la trasera de las instalaciones pesqueras adaptándose al anfiteatro del Rincón, pasando justo por delante del Balneario y todo paralelo a la costa, cruzando el Barranco de Tenoya por encima de Tinoca”.[5]
Hay que esperar a la década de los años veinte de este siglo, como ya se ha dicho, para ver como se comienza a poblar la zona de la desembocadura de los Barrancos de Guanarteme y La Ballena, lo que se puede apreciar por los permisos de licencia de construcción, pedidos por diferentes vecinos al Ayuntamiento de San Lorenzo, con una gran alza del número de los mismos hacia el año 1924, lo que prueba que es el momento en que los asentamientos, en aquellos primitivos arenales, se disparan de forma vertiginosa.
Volviendo al tema del agua, otra prueba de la riqueza en aguas de la zona está en que la abundancia de aguas no sólo se constata en los primeros momentos de la conquista, sino que bien avanzado el siglo XVIII, concretamente en el año 1761, se hablaba del “río de Tenoya” en relación a su caudaloso Barranco.[6]
Continuando con la riqueza acuífera, al comienzo del escrito se hizo mención a una hipótesis en cuanto al nombre del Barranco de la Ballena. Dicha hipótesis la baso en que hasta el siglo XIX se hablaba de las aguas que se perdían en el Barranco del Dragonal, también eran importantes, incluso hasta tiempos más recientes, las aguas de diferentes Heredamientos como el del Laurelar y Acebuchal, Román, como prueba de que el preciado elemento fluía desde diversos manantiales. Mi hipótesis se basa en que también el Barranquillo de la Ballena se caracterizaba, a semejanza del mencionado río de Tenoya, en llevar abundante agua en una época, quedando la gente impresionada y hablando entre ellos de aquellas aguas, con manifestaciones como: “La barranquera va llena”, “El barranquillo va lleno” y otras similares. De aquellas manifestaciones y de la riqueza en aguas del Barranco en el pasado ha perdurado hasta nosotros aquel verbo y adjetivo que se sustantivizaron con el paso de los años. La transformación de “Va llena” en “Ballena” fue fruto de la transmisión oral y el error a la hora de escribirlo, posiblemente, de algún notario. No era lógico buscar en un cetáceo el origen del nombre de un barranco que vierte sus aguas a un arenal, alejado del mar. Lo más congruente es buscar la explicación en la ya mencionada riqueza en aguas de aquel barranco, que tanto impresionó, por su caudal, a los vecinos que en otra época atravesaban aquella zona de la Isla.
Doctor en Historia
[1] QUINTANA Y LEÓN, J. de.: La Capital de la Provincia de Canarias. pp. 164 y ss. Las Palmas.
[2] Boletín de la Sociedad Económica de Gran Canaria. Nº 73, p. 144, 30/9/1868.
[3] HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, G.: Estadística de las Islas Canarias 1.793 - 1.806 de Francisco Escolar y Serrano. Cuadernos Canarios de Ciencias Sociales Nº 11, p. 315, Las Palmas de G. C. 1.983.
[4] Boletín de la Sociedad Económica de Gran Canaria. Nº 3, pp. 20 y ss, de 31 de marzo de 1862.
[5] Boletín Oficial de la Provincia de Las Palmas. Nº 59, de 19/5/1937.
[6] A.H.P.L.P. Juan Guerra de Quintana. Nº 1.669, de 7/9/1761, s.f.