Hoy en día, cuando la especulación y el interés por el suelo hacen que muchas personas y entidades se afanen en tan lucrativo negocio, es un momento delicado y peligroso para edificios, monumentos, paisajes y especies animales y vegetales que, de forma casual, se ven indefensos, inmersos y acosados por la fuerza y el poderío de máquinas e individuos que hacen desaparecer por arte de magia todo aquello que pueda representar vestigios del pasado, con o sin interés histórico, artístico o natural. Todo viene porque este mediodía, siete de diciembre de 2006, paseaba por las calles de San Lorenzo y con tristeza pude observar como una de sus casas, de la que más adelante hablaré, se encontraba en peligro de desaparecer por el abandono de las Instituciones y responsables de conservar nuestro Patrimonio Cultural, más me preocupó porque a su alrededor se hacían obras, mediciones de terreno que me hicieron recapacitar y ponerme a escribir al respecto.
Hablar de San Lorenzo es hablar de un Pueblo con su historia peculiar y única, al igual que son peculiares y únicas las historias de los otros Pueblos de la Isla, sus habitantes se movían por aquellas casas ya a comienzos del siglo XVI, se trataba de labradores humildes pero fundamentalmente canteros y otra gente relacionada con la extracción de la piedra de la Cantera del Cabildo Catedralicio. Es cierto que cuando hablamos de microhistoria, es decir, la historia de lugares que nada tienen que ver con la historia de países o de grandes ciudades, se trata de sacar a la luz personas y hechos cotidianos, sencillos y humildes, en comparación de los grandes hechos y personajes de la Historia, pero no por ello menos importantes. En esta ocasión, al hablar del Municipio de San Lorenzo de Tamaraceite, salen a la luz mujeres, hombres, hechos y monumentos que nada tienen que ver con reyes, reinas o jefes de estado, ni tampoco con grandes catedrales o castillos, ni con hechos de armas que supusieron un cambio en las estructuras de un país, se trata simplemente de una historia de un Pueblo, de sus alcaldes, de sus diputados o de sus concejales, de sus sacerdotes, de canteros, gente relacionada con el negocio de la uva, de gente muy necesitada, que en ocasiones ni tan siquiera tenían para vestirse, de grandes terratenientes poseedores de la mayoría del suelo y también de sus medianeros, de sus hechos cotidianos y de sus problemas que se resolvían con la intervención de su alcalde o de su alguacil real, o más tarde con sus alcaldes de barrio.
Se preguntarán que relación tiene todo esto con el título y sí que la tiene porque muchos de los personajes citados tuvieron la necesidad de que se les velara en el momento de fallecer, de un lugar para que sus familiares y amigos tuvieran la posibilidad de despedirse de su ser querido. No hay que olvidar que la mayoría de las viviendas eran muy pequeñas y no disponían de lugar adecuado para esta necesidad, debido a la pobreza y escasos recursos de la mayoría de sus moradores, que tampoco disponían de la cantidad de dinero suficiente para disponer de una caja para enterrar a sus muertos. Esa función la hacía “La Casa de los Muertos”, nombrada ya desde el siglo XVII, que disponía de su ataúd para que los difuntos fueran llevados, primero a la Iglesia y luego al campo santo, cuando ya no se pudieron enterrar en aquella. Los vecinos de los diferentes pagos y barrios llegaban a San Lorenzo e iban a depositar a sus difuntos a esta Casa, de la que tenemos datos del siglo XVII al XX, siglo éste que también vio la utilidad de este edificio, sirviendo a sus moradores en su último viaje.
Como ejemplo podemos ver el caso de los vecinos de Los Altos, que desde el año 1826, se organizaron haciendo un ataúd para trasladar a sus difuntos hasta San Lorenzo, concretamente los llevaban a la citada Casa de los Muertos, situada en las inmediaciones de la Iglesia Parroquial. El día 31 de diciembre de 1830 aquellos vecinos cedieron el ataúd a la Cofradía del Señor de la Columna de San Lorenzo, porque se encontraba ya muy deteriorado.
Hoy en día La Casa de los Muertos que se encuentra al final de la calle Marqués de Muni, está en grave peligro, por su deplorable estado de conservación actual y por las posibles nuevas construcciones, como ya vimos al comienzo de este escrito. Este edificio es una construcción humilde pero llena de recuerdos y de historia, un patrimonio del Pueblo que se debe conservar y hacer un esfuerzo porque las nuevas generaciones conozcan sus usos y su importancia. Hablo de usos, sí de sus utilidades, y es que se trata de un edificio que además de desempeñar su principal función social, fue la primera sede de las corporaciones municipales (al comienzo se conocían como Cuerpo) o Cabildos, que así se denominaban aquellas reuniones, y es que en el siglo XVIII, aunque creo que también en el XVII, según se desprende de algún escrito, allí se reunía el Alcalde Real, o el Constitucional según la época, Diputados, Síndico Personero, Fiel de Fechos (más tarde denominado escribiente o secretario) además del portero y alguaciles reales, junto a los electores que componían las delegaciones de justicia. Será en La Casa de los Muertos donde se reúnan a lo largo del siglo XVIII y comienzos del XIX, aunque cuando llegaba un difunto se trasladaban a otro lugar, en la mayoría de las ocasiones se iban a la Plaza de San Lorenzo a hacer su Cabildo o a una casa particular, en muchas ocasiones la que ocupaba el párroco.
Viendo su importancia histórica se convierte en uno de nuestros símbolos y es obligación de todas y todos cooperar, exigir y demandar su pronta rehabilitación como un centro cultural y de visita obligada para todos aquellos y aquellas que se acerquen a San Lorenzo.
Espero que en la próxima publicación de otro de mis libros La Casa de los Muertos sea uno de los monumentos recomendados a visitar y no forme parte de nuestro pasado, siendo un reconocimiento y monumento vivo a todas las Instituciones del Municipio de San Lorenzo. Este y otros temas están pendientes de salir a la luz y en esa ocasión tendrán muchísimos más datos de este singular edificio.
Hablar de San Lorenzo es hablar de un Pueblo con su historia peculiar y única, al igual que son peculiares y únicas las historias de los otros Pueblos de la Isla, sus habitantes se movían por aquellas casas ya a comienzos del siglo XVI, se trataba de labradores humildes pero fundamentalmente canteros y otra gente relacionada con la extracción de la piedra de la Cantera del Cabildo Catedralicio. Es cierto que cuando hablamos de microhistoria, es decir, la historia de lugares que nada tienen que ver con la historia de países o de grandes ciudades, se trata de sacar a la luz personas y hechos cotidianos, sencillos y humildes, en comparación de los grandes hechos y personajes de la Historia, pero no por ello menos importantes. En esta ocasión, al hablar del Municipio de San Lorenzo de Tamaraceite, salen a la luz mujeres, hombres, hechos y monumentos que nada tienen que ver con reyes, reinas o jefes de estado, ni tampoco con grandes catedrales o castillos, ni con hechos de armas que supusieron un cambio en las estructuras de un país, se trata simplemente de una historia de un Pueblo, de sus alcaldes, de sus diputados o de sus concejales, de sus sacerdotes, de canteros, gente relacionada con el negocio de la uva, de gente muy necesitada, que en ocasiones ni tan siquiera tenían para vestirse, de grandes terratenientes poseedores de la mayoría del suelo y también de sus medianeros, de sus hechos cotidianos y de sus problemas que se resolvían con la intervención de su alcalde o de su alguacil real, o más tarde con sus alcaldes de barrio.
Se preguntarán que relación tiene todo esto con el título y sí que la tiene porque muchos de los personajes citados tuvieron la necesidad de que se les velara en el momento de fallecer, de un lugar para que sus familiares y amigos tuvieran la posibilidad de despedirse de su ser querido. No hay que olvidar que la mayoría de las viviendas eran muy pequeñas y no disponían de lugar adecuado para esta necesidad, debido a la pobreza y escasos recursos de la mayoría de sus moradores, que tampoco disponían de la cantidad de dinero suficiente para disponer de una caja para enterrar a sus muertos. Esa función la hacía “La Casa de los Muertos”, nombrada ya desde el siglo XVII, que disponía de su ataúd para que los difuntos fueran llevados, primero a la Iglesia y luego al campo santo, cuando ya no se pudieron enterrar en aquella. Los vecinos de los diferentes pagos y barrios llegaban a San Lorenzo e iban a depositar a sus difuntos a esta Casa, de la que tenemos datos del siglo XVII al XX, siglo éste que también vio la utilidad de este edificio, sirviendo a sus moradores en su último viaje.
Como ejemplo podemos ver el caso de los vecinos de Los Altos, que desde el año 1826, se organizaron haciendo un ataúd para trasladar a sus difuntos hasta San Lorenzo, concretamente los llevaban a la citada Casa de los Muertos, situada en las inmediaciones de la Iglesia Parroquial. El día 31 de diciembre de 1830 aquellos vecinos cedieron el ataúd a la Cofradía del Señor de la Columna de San Lorenzo, porque se encontraba ya muy deteriorado.
Hoy en día La Casa de los Muertos que se encuentra al final de la calle Marqués de Muni, está en grave peligro, por su deplorable estado de conservación actual y por las posibles nuevas construcciones, como ya vimos al comienzo de este escrito. Este edificio es una construcción humilde pero llena de recuerdos y de historia, un patrimonio del Pueblo que se debe conservar y hacer un esfuerzo porque las nuevas generaciones conozcan sus usos y su importancia. Hablo de usos, sí de sus utilidades, y es que se trata de un edificio que además de desempeñar su principal función social, fue la primera sede de las corporaciones municipales (al comienzo se conocían como Cuerpo) o Cabildos, que así se denominaban aquellas reuniones, y es que en el siglo XVIII, aunque creo que también en el XVII, según se desprende de algún escrito, allí se reunía el Alcalde Real, o el Constitucional según la época, Diputados, Síndico Personero, Fiel de Fechos (más tarde denominado escribiente o secretario) además del portero y alguaciles reales, junto a los electores que componían las delegaciones de justicia. Será en La Casa de los Muertos donde se reúnan a lo largo del siglo XVIII y comienzos del XIX, aunque cuando llegaba un difunto se trasladaban a otro lugar, en la mayoría de las ocasiones se iban a la Plaza de San Lorenzo a hacer su Cabildo o a una casa particular, en muchas ocasiones la que ocupaba el párroco.
Viendo su importancia histórica se convierte en uno de nuestros símbolos y es obligación de todas y todos cooperar, exigir y demandar su pronta rehabilitación como un centro cultural y de visita obligada para todos aquellos y aquellas que se acerquen a San Lorenzo.
Espero que en la próxima publicación de otro de mis libros La Casa de los Muertos sea uno de los monumentos recomendados a visitar y no forme parte de nuestro pasado, siendo un reconocimiento y monumento vivo a todas las Instituciones del Municipio de San Lorenzo. Este y otros temas están pendientes de salir a la luz y en esa ocasión tendrán muchísimos más datos de este singular edificio.
Juan Francisco Santana Domínguez
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Att. Jessy
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