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Desde que llegaron los primeros conquistadores a la Isla fue muy usual que se buscaran lugares de los que se pudiera extraer la piedra de cal, y una de las zonas en cuestión fue el viejo cantón de Tamaraceite, en el cual se podían encontrar diferentes localidades que eran ricas en la preciada piedra blanca. Como consecuencia de ello surgieron nombres de lugares relacionados con la cal, que por deformación de la transmisión oral, lo que en origen fue "Las Caleras" se convirtió, con el paso del tiempo, en la actual "La Galera".

Sería a comienzos del siglo XIX cuando aparecía por primera vez el concepto de etnología clásica, que entre otros objetivos se planteaba el estudio comparado de los pueblos y sus gentes, a partir de su lenguaje, arte o costumbres. Esta ciencia forma parte de la antropología y entre otras funciones trata de estudiar, comparar y profundizar los materiales que le proporciona la etnografía. Uno de estos materiales podrían ser las construcciones que antaño afloraban en nuestro entorno, que hoy en día no tienen la ocasión de disfrutar los más pequeños, aquellas torrecitas que cuando éramos niños nos hacían trasladarnos a los cuentos de hadas, cual caballeros de capa y espada, poseedores de nuestro castillo. Evidentemente se trataba de los hornos de cal, de aquellas viejas caleras en las que se preparaba la piedra blanca, que mediante un proceso de horneado se transformaba en el producto que, una vez mezclado con agua, hacía que nuestras casas lucieran blancas e inmaculadas.

Toda esta pequeña narración, de forma evidente, tiene su razón de ser, además de la meramente histórica y educativa, tratándose de pedir el apoyo de asociaciones, grupos ecológicos y de todas aquellas personas, que al igual que yo, creemos en la importancia que tiene para un pueblo el difundir, respetar y proteger todo aquello que suponga un conocimiento de nuestro pasado, porque es la única manera de que una sociedad tenga su propia memoria histórica y se sienta orgullosa y comprometida con el lugar en que vive. Está en peligro el horno de cal del barrio capitalino de Chile, posiblemente el último de la zona, que gracias a las construcciones que le han rodeado, desde que se construyó allá por los primeros años del siglo XX, se ha mantenido en pie hasta ahora. La cuestión es que el avance del cemento hace peligrar esta construcción tan nuestra, por lo que el patrimonio cultural de la zona, de por sí ya tan deteriorado, podría verse sensiblemente disminuido.

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Antiguo horno de cal camuflado entre algunas viviendas del barrio de Chile. Lámina del autor


Antes de terminar este escrito me gustaría lanzar una pregunta, porque desgraciadamente no puede ser un ruego, una llamada de atención, se trata de una irreparable y sensible pérdida. ¿Quién permitió la tala del árbol bonito que se encontraba en unas antiguas casas a la entrada de Tamaraceite, hace ya casi un año? Deberíamos pedir responsabilidades a tal respecto, pero no hagamos lo mismo con el mencionado horno de cal del barrio de Chile, ¡luchemos por su conservación ahora y no lamentemos mañana su pérdida!.

Juan Francisco Santana Domínguez
Doctor en Historia

CANARIAS7 - 25 de Septiembre de 2002

Nota: Este escrito no evitó que desapareciera. Desgraciadamente ahora es historia.

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